Negro quieto, barro dócil, tú que siempre eres el grano que no siembran nunca.
¡Qué hará contigo el hombre, tú que tienes la herida abierta como un surco con útiles humilladas semillas de silencios?
Tu mano está en el aire, tan desnuda, tan simple como tu risa que no tiene filo, o como tu mirada, tan sencilla, tan lavada, que siempre con tus ojos puede limpiarse el hombre.