Dios, el mundo concluido, tiróle un beso al azar; y el beso cayó en el mar, y es la tierra en que has nacido.
En ella formas tu nido, de amor rendido al amaño; ella un año y otro año te brinda con su tesoro; ella vale más que el oro. ¡No des tu tierra al extraño!
Mira sus campos. Arriba es ornato de la loma la breve y fragante poma del café, púrpura viva.
Fruto que la mente aviva y es del criollo sostén al par que orgullo. Si hay quien, extraño quiera tu suelo, que no se colme su anhelo por más que te pague bien.
De sus llanos la grandeza admira la gente extraña. En ellos canta la caña la canción de la riqueza.
Como una enorme turquesa allá el tabacal se extiende. ¡La imaginación se enciende ante ese cuadro admirable! ¡Qué bajo y qué miserable el que su terruño vende!
En la playa el cocotero, con su penacho elegante, es asombro al navegante y tentación al logrero.
No des por ningún dinero tu pedazo de verjel, que eres tú patriota fiel y de legítimo cuño, y el que vende su terruño vende la patria con él.
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