No eres flor la más bella entre las flores,
Aunque guarda tu cáliz seductor
De preciados matices los primores,
Y en su fondo perfume embriagador.
Eres, humilde flor, pobre de encanto;
Más pobre si te cercan las demás,
Y sin embargo, aunque ellas valen tanto,
Mi alma te busca, va donde tú estás.
Qué dulce imán entre tus hojas guardas?
Qué atractivos escondes para mí,
Que mi ánimo en ganar tan sólo tardas
Lo que yo tardo en contemplarte a ti?
¡Ah! lo sé; que en la noche silenciosa
Tu cáliz no se cierra, pobre flor,
Y cuando todo en derredor reposa,
Velas cual alma presa del dolor.
Tú, así que el astro rey con tintas rojas
El mundo inunda de esplendente luz,
Te escondes, para abrir luego tus hojas
Cuando tiende la noche su capuz.
Qué tormentos ocultas en tu broche?
Qué penas que no sienten las demás,
Para que sólo vivas por la noche,
Cuando los tristes velan nada más!
¡Ay! también sin reposo el alma mía
Hiere horas de silencio bienhechor,
Y huyendo del bullir de alegre día
Busca en la noche alivio a su dolor.
Ambas pedimos a la noche amiga
Que calme nuestro triste padecer…
Que mucho, la bendiga y te bendiga
A ti, que vida tienes de su ser?
Bendigo sí la noche, porque deja
Tranquilo a Dios mi espíritu elevar,
Y bendigo su luna que refleja
A la onda clara del sereno mar;
Y su dulzura triste y silenciosa,
Que ofrece lenitivo a mi dolor
Y su brisa, que vaga rumorosa
Acariciando a la dormida flor;
Y te bendigo a ti, planta querida,
Porque a su sombra vives como yo,
Y acompañas al alma dolorida
Cuyos males el sueño no calmó.
Deja te busque: deja el llanto mío
Hasta tu puro cáliz descender,
Y oculta ese tristísimo rocío…
No más al mundo se le dejes ver!
Él solo dicha leerá en mi frente,
Tú no dirás que la anubló el dolor…
Dónde encontrar más digno confidente,
Débil mujer, que el cáliz de una flor!
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