Nuevas conversaciones

Este fue el sueño, del que acabo de despertar: estaba yo de visita en el departamento de Andrea Lihn, donde me encontraba con Angélica. En algún momento aparecía Enrique. Les conté que venía de una comida en casa de un joven periodista de apellido Pérez (el sueño me procuró ese nombre familiar), que resultó ser poeta y lector fervoroso de Enrique. Asistían a esa comida tres personas más: un matrimonio (el marido era un hombre sombrío que Enrique y yo conocíamos) y otro personaje de rasgos borrosos pero de palabra abrumadora. Durante la reunión éste no cesó de someterme a un antipático examen: ¿Ha leído usted a Leibniz? ¿Qué sabe de los lacandones? (retengo esas dos preguntas, pero la retahíla era interminable y caótica). Enrique escuchaba mi relación de pie junto a su hermana, y yo sabía con naturalidad que aunque estaba ahí no habría podido concurrir a la cena. Lo divertían muchísimo las preguntas del curioso comensal, que mezclaba títulos, situaciones históricas, cuestiones antropológicas. Terminé de hablar y Enrique dijo: Con esa historia voy a escribir un cuento.