I
Nunca, nunca, mi muchacha andariega
en tierras de cuentos junto al fogón y hechizados durmientes,
temas o creas que el lobo con pálida capucha de cordero
balando y galopando ha de saltar brusca y alegremente mi amada, mi amada,
fuera de su guarida en el hato de hojas, en el año goteado de rocío,
para comer tu corazón en la casa del bosque rosado.
Duerme, buena, para siempre, lenta y honda, hechizada rara y sabia,
mi muchacha que costea la noche en la rosa y el condado
de los rústicos cuentos: ningún ansarero o porquerizo
se volverá rey del establo o la aldea de fuego y príncipe de hielo
para cortejar el meloso corazón de tu flanco antes del alba
en una trama de ensortijados muchachos y de gansos, quemadura y espiga,
ni la inocente se echará en la cañada llena de raíces, galanteada
y quebrada y desecha entre plumas mi lágrima jinete.
De la espuma que levanta la bruja te amparan los helechos
y la flor del sueño campestre y el alcázar del bosque. Yace ligera y aplacada,
segura y calma seas, ante los rugidos de las crías violentas.
Nunca, mi muchacha hasta que la campana austera te convide al sueño
creas o dudes que la rústica sombra o el hechizo
agitará y hará nevar la sangre mientras tu corres por doquier,
pues ¿quiénes rondan cobardemente los aleros montañosos habitados por cuervos
o acechan a la luna en la cañada aunque su brillo suene limpio desde el pozo estrellado?
Un cerro toca a un ángel más allá de una celda de santo
el pájaro nocturno canta alabanzas a través de conventos y cúpulas de hojas
su árbol con pecho de petirrojo, las tres Marías en los rayos.
Sanctum Santorum el ojo animal del bosque
narra los abalorios de la lluvia y el adusto fantasma,
la lechuza, acude a su llamado de campana. El zorro y la mata se hincan ante la sangre.
Ahora los cuentos glorifican
el nacimiento de la estrella en el pasto y toda la noche tascan las fábulas
sobre la mesa señorial de la hierba reverente.
Nunca jamás, por sobre todo, temas al lobo en su capucha baladora
ni al príncipe con colmillos en la granja salaz, ante la cáscara
y el barro del amor, teme por sobre todo y siempre al ladrón manso como el rocío.
El campo está bendito: Oh quédate en este amable campo, conoce el verdor noble,
bajo la luna cual tambor de oraciones en el bosque rosado
ampárate en el canto y en la flor y que alegre
te acuestes en la gracia. Duerme hechizada ante el descanso en la casa humilde
en el seto vivaz de las ardillas, bajo el lienzo y la paja y la estrella:
abrigada y bendita aunque ahuyentes los cuatro vientos altos
de la sombra candente y el bramido en la aldaba enfríe tus juramentos.
Y aún fuera de la tejida y picuda oscuridad y de las ramas como zarpas
sabe tú que el ladrón encontrará un camino solapado y seguro
y astuto como nieve y suave como el rocío caído de la espina,
esta noche y cada vasta noche hasta que hable la campana austera
en la torre y a dormir llame sobre los establos
de los cuentos en hogares de piedra, amor mío perdido;
y que el alma ande en las aguas tonsuradas.
Esta noche y cada noche desde la estrella fugaz en que naciste,
siempre y siempre él encuentra un camino cuando cae la nieve
cuando la lluvia cae, granizo en el vellón, cuando la niebla del valle flota
por los establos oro-heno, cuando cae el rocío
sobre el aspado polvo del manzano y las golpeadas islas
de hojas matutinas, cuando cae la estrella,
mientras se escurre la simiente alada del manzano
y cae, y florece en la herida que bosteza a nuestro flanco,
cuando el mundo cae silencioso como la tromba del silencio.
II
¡La noche y el reno sobre las nubes encima de las parvas
y las alas de la gran ave fabulosa que para la bella se atavió!
¡la saga saltarina de la oración! Y allí en lo alto,
sobre los vientos con talones de liebre, las cornejas
se alzan de sus negras capillas, graznando las biblias de los pájaros!
Entre los gallos, el zorro colorado que arde como un fuego,
la noche y la vena de los pájaros en el puño de los bosques lleno de alas y ojos negros!
¡Golpe pastoral de la sangre a través de las hojas enlazadas!
Desde la mata, con negros puños de sotana y mangas como escarcha de abrojos
el fluir de la fábula y el bullicio del ruiseñor!
¡El fantasma surgido de la cañada rota para cantar
y el embozado cerro de cipreses! ¡El bullicio y el cuento
en el patio rastreado, con la lluvia mantecosa en el balde!
¡El sermón de la sangre! ¡La vena sonora del pájaro! ¡La saga que salta
de los tritones el serafín! ¡El Evangelio engaña! Todo habla esta noche de aquel que viene
rojo como el zorro y astuto como el viento de ligeros talones
¡Iluminación de la música!, la gaviota arrullada, lomo negro
sobre la ola, con arena en los ojos! Y el potro penetra silencioso
con sus cascos de luna por el lago revuelto cercado por el verde en la vigilia de los vientos.
¡Música de los elementos, que realiza un milagro!
Tierra, aire, agua, fuego cantan dentro del acto blanco,
la de pelo oro heno, mi amor dormida, de ojos azul vado
en la casa nimbada, en su rareza y su alto andar montañoso
amparada y bendita y verdadera; y tendido con tal quietud
podría el cielo cruzar por sus planetas, la campana llorar, la noche recoger sus ojos,
el ladrón caer sobre los muertos como el rocío irresoluto,
sólo por el giro de la tierra en su bendito corazón!
Astuta, lentamente, oyendo como la herida de su flanco marcha
en torno del sol, él viene hacia mi amor como la nube destinada
y flota de verdad hacia la costa de flores como el mar dominante del rocío
y sin duda navega como las nubes en forma de barco
Oh él viene destinado a mi amor, no a robarle su herida de marea rasante
ni su alto andar, ni sus ojos ni su pelo encendido,
sino su fe, desde que cada noche vasta y cada saga de la oración, viene
para tomar su fe, pues esta última noche, por su interés profano
viene a abandonarla cuando el sol proscrito se despierta,
desnuda y traicionada, sufriendo por saber que no vendrá.
Siempre y siempre, por todos tus juramentos cree y teme,
mi amada, que él venga esta noche y la noche sin fin, mi amada desde que tú naciste:
Y tú despertarás, del sueño campestre en este amanecer y cada amanecer primero,
tu fe tan inmortal como el clamor del dominado sol.
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