¡Madre de Hermes! Y siempre joven Maia, ¡Me será permitido cantarte como en aquellos días En que te saludaban los himnos en las costas de Baia? ¿O habré de convocarte en antiguo siciliano? ¿O buscaré tus sonrisas, como buscaron antaño En las islas de Grecia, los bardos que felices morían Sobre la hierba florecida, dejando grandes versos a un pueblo pequeño? ¡Ah, dame su antigua fuerza, el arco de los cielos Y unos cuantos oídos; Por ti perfeccionado mi canto moriría contento, Como el de aquellos, Colmados por la simple adoración de un día!