Hombre que hablas inglés, tu sonrisa viene cuando hace ratos que han llegado tus pies.
Hombre que estás callado no callando, dímelo, tú, no hablando: ¿Con qué metal acuñas este brillo que hoy juega en tu sonrisa: la que nos llega tarde, más tarde que tus uñas?
Pero aún en la espuma de tu sonrisa hay olas, hay un pez educado que a su hora es cuchilla. La geografía misma no quiere ser sencilla, y parece que a ratos hasta piensa tu roca: ¡no ves que ante el Caribe, como si nos buscara, la Florida es un diente que le crece a tu boca!
Pero no, que no es el cocotero simple que gotea su coco lo más duro que ves: si la isla que tiembla en este poco de sudor de pupila, se le rueda a los negros, con esa gota lavan algo más que la piel…
Esto el aire lo sabe, mientras tanto el ron escribe equis con tus pies de turista, y la isla, la isla, me la pisa tu vista.
Se ve que por aquí, tú vienes blanco, pero tus negocios… como la piel de Haití.
Mas ya pisando el blanco silencio del mulato, con sus ruidos redondos … tu barato volumen anatómico pasa fragante a pipa, y así, sobando perlas para cuidar tus tripas, llegas oliendo a superficie cuando, el hombre es por aquí duro por fuera, mas por dentro, blando: es como el coco que lo parten y… para aquel que lo pica, le da blancas entrañas, como cuando sufriendo se parte en dos la cara, riendo la Martinica.
Sí, esto también lo sé, sí, cubriendo el horizonte sólo veo tu corpulento instinto de civil jabalí. Y también todavía mi casa es grande, pero… siento ahora que pesan, más que ayer, tus zapatos. A fuerza de tu sombra, se hace el sol más mulato, Del tamaño del mapa se te ponen los pies. Es que de pronto suelta tu sonoro amarillo un huracán que viene del bolsillo, huracán que a la vez juega con las Antillas, y como la sotana cuando pasa, pone de rodillas los de casa…
Ya ves, hombre que hablas inglés.
Tu sonrisa viene cuando hace ratos que han llegado tus manos y tus pies…
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