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¡Oh castillo de Bley! Tus aposentos

[Poema - Texto completo.]

Heinrich Heine

¡Oh castillo de Bley! Tus aposentos
aún con flotantes pliegues cubren hoy
viejos tapices, que con diestra mano
la condesa de Trípoli bordó.
Los bordó con la aguja y con el alma,
bañándolos en lágrimas de amor;
de las escenas de su propia vida
traslado exacto las figuras son.
Moribundo, en la playa, la condesa
halla a Rudel, el bello trovador,
y al punto mira en él estremecida
al ideal amante que soñó.
Rudel mira anhelante a la condesa,
y como celestial aparición,
por vez primera y última contempla
la imagen fiel de su soñado amor.
Ella se inclina sobre el yerto joven
y lo estrecha con trémula emoción,
besando, mudo y lívido, aquel labio
que dijo tantas trovas en su honor.
Y ese beso feliz de bienvenida
será a la vez el ósculo de adiós,
y apuran juntos en el mismo cáliz
el mayor goce y el mayor dolor.

¡Oh castillo de Bley! todas las noches
se oye en tus aposentos vago són,
y en los viejos tapices las figuras
vida recobran, movimiento y voz.
Los fantásticos miembros sacudiendo,
saltan del muro dama y trovador;
y por las anchas salas van y vienen,
y vuelven a pasar juntos los dos.
¡Dulces suspiros!¡inocentes juegos!
¡tiernos secretos de infeliz pasión!
¡galanterías de los dulces tiempos
del gay-saber, desconocidas hoy!
-«¡Godofredo! a tu acento cariñoso
se despierta mi muerto corazón;
de sus frías cenizas una chispa
brota del fuego aquel que me abrasó».
-«¡Melisenda! mirándome en tus ojos
vida y sentido recobrando voy;
sólo en mí ser murieron para siempre
humano afán y terrenal dolor».
-«¡Godofredo! primero nos quisimos
en sueños de dulcísima ilusión;
hoy en la fría muerte nos amamos:
¡portento es este del flechero dios!»
-«¡Melisenda! ¡Mi bien! ¿Qué son los sueños?
¿Qué es la muerte? Palabras sin valor.
amor sólo es verdad, y eternamente
me has de amar tú y he de adorarte yo».
-«¡Godofredo! ¡Cuán dulce y deleitoso
es de la luna el tibio resplandor!
Bien estamos aquí; nunca salgamos
a la importuna claridad del sol».
-«¡Melisenda! ¡tú eres, prenda mía,
sol, claridad y ráfaga y fulgor!
Donde estás allí están la primavera
y la luz, y la dicha y la ilusión!»

Así diciendo, las gentiles sombras,
de sala en sala van, juntas las dos,
y a través de la gótica ventana
la luna acecha su vagar veloz.
Hasta que al fin las viejas galerías
inunda y dora el matutino albor,
y en los tapices de flotantes pliegues
escóndese la doble aparición.



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