¡Oh, Patria! Eva sublime,
hostia del alma, cáliz de la vida,
¡quien olvida de ti, de Dios se olvida!
¡quien comulga en tu templo, se relime!
*
Llamad en el abismo más oscuro:
si la fe no responde,
la esperanza es crisálida que duerme
y al ideal en su capullo esconde;
calla el amor en éxtasis impuro
y se rastrea por el alma inerme,
gusanillo de luz, el pensamiento:
“¡Patria!”: decid con poderoso acento,
y vereis, al magnánimo conjuro,
cuál pone Dios, en la urna funeraria
del corazón más duro,
vuelos de arcángel y almas de plegaria,
¡en el supremo instante
en que al oír cl portentoso grito,
Lázaro se levante
y al cielo ascienda, desde el polvo yerto,
por el sagrario azul del Infinito!
Al solo arrullo de su voz amante,
del corazón, a la dulzura abierto,
los latidos se acallan y suspenden
¡y en todo ser vital, ruin o gigante,
del patrio amor las llamaradas prenden!
No hay pecho alguno a su reclamo muerto,
y lo mismo defienden
el león la llanura del desierto
y el águila cumbre de la sierra,
que su morada el ruiseñor del huerto
y la hormiga sus átomos de tierra.
*
Porque a la patria, como al alma, unida
va su dulce gemela
la Libertad, la Libertad querida
que. en mismos altares,
culto, esplendor y majestad recibe…
¡Ángel guardián, que sus ensueños vela,
viviendo, al caro abrigo de sus lares,
como en su concha vive
la pálida divina de los mares!
Cuando falta del alma del patriota
la libertad, la perla se ha perdido…
¡es templo inútil que vacío flota
la pobre concha rota,
que conservar la perla no ha sabido!
*
Así la Patria, al combatir, prefiere
a ajeno yugo propia sepultura
y héroe de su derrota,
pudiendo vivir sierva, mártir muere;
el sublime dolor la transfigura,
y al caer, con los últimos temblores
de su hermosa agonía,
aun amagando al déspota, murmura:
—¡Patria sin libertad, cuna vacía,
nido sin ave, astro sin fulgores,
arpa sin armonía,
hogar sin madre, corazón sin guía,
infinito sin Dios, Dios sin amores!
*
¡Así Grecia, de lauros y azahares
la augusta frente varonil ceñida,
de Homero a los olímpicos cantares,
cayó un día sin vida
sobre el azul de sus gloriosos mares!
Así, Patria querida,
la humanidad sacude sus cadenas;
así se yergue, apenas
tu independencia cl déspota coarta
y, cual te eleva vencedora Atenas,
al arrostrar la muerte
te inmortaliza agonizando Esparta.
Así, con el afán de engrandecerte,
voces sagradas en su torno escuchan
y respiran tus hálitos fecundos,
al luchar, como luchan
en el cielo las águilas caudales
las dos naciones, centros de dos mundos,
que aun prolongan sus radios siderales;
y desarmada, pero no vencida
pobre diosa caída
la que de Cannas deploró el estrago,
carne de corazón opone al hierro…
¡Y si Asdrúbal, cobarde,
busca el favor de Roma en el destierro,
Vesta infeliz, Cartago
en Esculapio con sus dioses arde
y, al viento dando el postrimer amago,
muere como un león en el encierro!
Porque la Patria que, en la lid severa,
no en la piedad del vencedor se escuda
y, huérfana de ayuda,
la sien herida restañar no espera
con cl rojo laurel de la victoria,
como en el Asia la infeliz viuda,
con su esposo, el honor, se echa a la hoguera;
¡y, vestales perennes
del magnífico templo de la historia,
como Dios en zarza, al fuego indemnes,
dan a sus piras esplendor fecundo
y aun están, mas que el sol, desde la gloria,
Troya y Numancia iluminando al mundo!
*
Mas, no hay Dios sin ateo:
aun no ha muerto en la tierra memoria
del que a merced de la agarena saña
del parricidio inconcebible reo,
pusiera noble corazón de España…
¡No más vil el impulso
fue, que encendía en la romana fiera
el bárbaro deseo
de ver temblando, en la materna entraña,
de la agonía el estertor convulso!
Mártires del deber, falange austera
de espíritus errantes,
águilas héroes que, al tender el vuelo,
ascendisteis, en lucha de gigantes,
del Guadalete ensangrentado a! cielo…
¡enseñad a la Patria, que os venera,
en dónde yacen las cenizas mudas
del conde ruin que a su nación vendiera,
para ir allí la humanidad entera,
hombre por hombre, a maldecir al Judas!
*
Pero, sol detenido
un segundo no más en su carrera,
fénix de sus cenizas renacido,
la Patria, como un pájaro su nido,
calentando siguió los corazones,
y el rastro del gusano
fue cubierto con sangre de leones.
Y, tras la lucha que empezó, venciendo,
el titán asturiano,
después que —al punto que su daga tira
desde los muros de Tarifa al llano
el Abrahán sin Dios que, descendiendo,
el puñal le arrebate de la mano—
ciega el sol, nace Roma, amor suspira,
triunfa España, enmudece el africano,
y al edén granadino
llega radiante el pabellón cristiano;
Cuando, nuevo Jesús, el peregrino
de cuna genovés, de gloria hispano,
llamó en el cristalino
sepulcro en que la Atlántida se agita
y del genio al conjuro sobrehumano
en la América virgen resucita,
esposa de los sueños del marino
sobre el lecho nupcial del Océano;
Washington cumple su inmortal destino;
surge Bolívar, el luzbel divino,
yérguese España, como el dios humano,
a cuyos pies, marcando su camino,
las azucenas de la gloria crecen…
¡y de Ricaurte el pecho saguntino
abrasan y ennoblecen
las llamas, que derriten las cadenas,
al expandir el fuego soberano
del sol americano,
que en vida y luz circula por mis venas!
*
Mas no, en ardor eterno
la Patria alienta, al ruido del combate,
que al cielo lanza el canto del infierno
sino que —diosa de la paz— anima
el himno dulce y tierno,
que en lo más puro de la vida late.
¡Y más de su potencia
el almo soplo creador sublima,
cuando la queja del proscrito informa,
o derrama su esencia
en el fondo del cáliz de una rima!
Así la Patria, celestial Proteo,
brilla con varia luz, muda de forma,
diversos cultos a la vez recibe,
encarna en el amor y en el deseo,
el sueño, el canto y la ambición hermana;
pero, una en todo sentimiento, vive,
verbo, espíritu, norma,
alma divina de la esencia humana.
*
Acercaos al lecho
donde reposa el infeliz proscrito…
¿oís al ave que cantó en su pecho?
¿veis en su frente la soñada estrella?
¡Su espíritu ha volado al Infinito!
¡Ahora con más agitación resuella!
Se anima su faz triste…
con el labio risueño
persigue en el abismo a una doncella…
¿Qué quién es ella?… ¡Es Ella!
¡el alma de la Patria, que se viste
con la carne purísima de un sueño!
Mas si, con el zumbido
con que aletea el colibrí riqueño,
un nombre de mujer gira sonoro
alrededor de su alma y de su oído
y murmura: “¡te adoro!”:
y chispea el amor en su mirada…
¡es que se han confundido
la imagen de su tierra y de su amada!
Y cuando, en tono suplicante, implora
la protección sagrada,
de palidez y lágrimas cubierto,
¿llora de su destino los azares…?
Tal vez sus penas llorará despierto…
¡pero, soñando, llora
las desventuras de sus patrios lares!
Y, si con leve resplandor de aurora,
late, bajo su frente enardecida,
la inspiración secreta
del dios del arte, que en el alma anida,
y, del trémulo labio suspendida,
bulle la estrofa inquieta…
¡Es la Patria también, que está dormida,
y quiere que la arrulle su poeta!
*
¡Díganlo esta alma mía y estos sueños,
huérfanos ya dos veces en la vida,
ausentes de sus lares borinqueños!
Así como en el prisma que colora
la luz se multiplica y desparrama
con los siete matices de la aurora,
la Patria es, en mi ser, grito que aclama,
alma que duda, fiebre que devora,
canto que vibra, corazón que ama,
virgen que sueña, decepción que llora!
Tú, Puerto Rico, anidas en la llama
que el pecho me consume,
cual del incienso en la espiral umbría
vive, como un relámpago, el perfume.
Tú, cuando al templo de la fe me guía
la voz del cielo que mis luchas calma,
triunfas y resplandeces, Patria mía,
como Dios, en el centro de mi alma.
Tú, en la esperanza, tú, en la poesía,
me has alentado ritmos y fulgores
del manantial de luz y de armonía
que fluye en los espacios creadores.
Tú, lo más hondo de mi ser desciendes
a revivir mis pálidos amores,
mis memorias, mis sueños, mis delirios…
¡¡y de tus besos al calor enciendes
los funerarios cirios
que, en el altar mayor del templo santo,
iluminan la faz, lívida y yerta,
de aquella pobre muerta,
que me dio el alma y que me quiso tanto…!!
Tú, de un alba de Abril, recién nacida,
entre la débil claridad incierta,
fíngesme eternamente en lontananza
la imagen de la vida de mi vida…
¡Espejismo ideal, sueño querido
que se muestra a mi amor y a mi esperanza,
como se muestra al árabe sediento
el oasis, del cielo suspendido,
hijo hermoso nacido
del maridaje de la luz y el viento!
Y —¡tierra madre que en mi ser palpitas!—
cuando del alma en los abismos siento
que luchan, en titánica pelea,
las fuerzas infinitas,
penumbra, rayo, idea,
cielo y mar, corazón y pensamiento;
si, entre el fragor del túrbido oleaje
el verso centellea,
buscan de tus montañas los aromas
las notas de mi cántico salvaje,
golondrinas, al ir hacia tus lomas,
pero, al tomar, palomas
que no se atreven a emprender el viaje!
*
Si así eres, patria; si en tu seno pío
el alma vive, que a tus hijos dieras,
y si, como en el mío,
en todo noble corazón imperas;
si, ora del rudo combatir bravío
en el afán violento,
ya de la paz en las dulzuras santas,
cual tienen, para darte,
su rayo más fecundo el pensamiento
y su más bella inspiración el arte,
tiene la humanidad muda a tus plantas,
ojo de Providencia para verte,
sangre de Redentor para salvarte,
corazón de mujer para quererte
y alma de ruiseñor para cantarte…
…Es cierto, Eva sublime,
hostia del mundo, cáliz de la vida,
¡quien comulga en tu templo se redime!
¡quien se olvida de ti, de Dios se olvida!
Pomarrosas, 1904
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