Oh tú, el desconocido,
a quien mis venas no recuerdan,
cuyos ojos nunca llegaron,
oh tú, el extraño,
completamente dueño de la aurora,
estrenando las piernas
en la llanura verde
como el ciervo el salto,
hundiendo en la luz los dedos,
oh tú, el de espacio limpio
como un espejo,
fuerte como el olor de la resina,
estatua con un poco de arcilla
no retirada todavía,
oh tú, el recién nacido,
mimbre esbelto de varas verdes
a la orilla del agua,
candelabro llameante,
tú que apareces de pronto
como la visión al alma,
como el movimiento
al quieto, las manos
llenas de cunas,
como el pan al hambre,
ven a mi oído
rostro que nunca tuvo sonido
en mis radares,
y como sal quemando lo conocido
usa tu traje de muchas puertas,
Prometeo recién llegado,
pisa mis hojas secas
y dame como un pez, el día,
ven, camina con paso selvático
ante mi vida quemada,
manifiesta lo nuevo,
irrumpe de las sombras
con el fuego en la mano
sobre la tierra fría,
suene la luz
su flauta en mis piedras,
oh tú, el callado
como la noche de los ciegos,
avanza, avanza, Lázaro,
con tus silencios estrujados.
No dejes a mi niño, muerto.
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