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Oración a Nuestra Señora de los Buenos Aires

[Poema - Texto completo.]

Francisco Luis Bernárdez

Virgen que das el puerto de tus brazos,
Virgen que das el puerto de tus ojos,
tanto a la embarcación hecha pedazos
como a la voluntad hecha despojos;

que con tu nombre calmas las pasiones
y los desordenados movimientos
los movimientos de los corazones
y las pasiones de los elementos;

que con el nombre con que das la calma
diste comienzo a la ciudad querida,
puesto que dar el nombre es dar el alma,
puesto que dar el alma es dar la vida;

Virgen que favoreces nuestras cosas
con tus imploraciones insistentes,
porque tus manos misericordiosas
cuando se juntan son omnipotentes;

Virgen que con tus manos aseguras,
Virgen que con tus ojos iluminas
los derroteros y las singladuras
de las generaciones argentinas;

Nuestra Señora de los Buenos Aires
antes de que aparezca el Anticristo,
pídele a Dios que funde a Buenos Aires
por vez tercera, pero en Jesucristo;

para que cuando caigan las estrellas,
y la luna se apague con el viento,
y de la luz del sol no queden huellas
ni en la memoria ni en el firmamento;

para que cuando en forma decisiva
la Palabra de Dios nos interrogue;
para que cuando el río de agua viva
nos apague la sed o nos ahogue;

para que cuando suene la trompeta
sobre la confusión de las campanas,
y el demonio se quite la careta,
y aparezca el Ladrón en las ventanas;

para que cuando vuelvan del olvido
todos los que disfruten de sosiego,
y este renacimiento prometido
sea para la luz o para el fuego;

para que cuando el río de la Plata
pueda llamarse río de la Sangre,
y convertido en una catarata
el cielo moribundo se desangre;

para que cuando cese la discordia,
para que cuando cese la codicia,
para que cuando la Misericordia
dé paso finalmente a la Justicia;

para que cuando el tiempo se resuelva
en un hoy sin ayer y sin mañana,
y el espacio de ahora se disuelva
en una dimensión ultramundana;

para que cuando todo esté marchito,
las mujeres, los niños y los hombres
que nacieron aquí tengan escrito
en las frentes el nombre de los nombres;

y para que la bienaventurada
ciudad de Buenos Aires sobreviva,
convertida en la parte más poblada
de la Jerusalén definitiva.



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