Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota, caigo en la senda amiga, donde una fuente brota siempre serena y pura, y con mirada incierta, busco por la llanura no sé qué sombra vana o qué esperanza muerta, no sé qué flor tardía de virginal frescura que no crece en la vía arenosa y desierta.
De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda, gallardamente arranca al pie de la vereda la Torre y sus contornos cubiertos de follaje, prestando a la mirada descanso en su ramaje cuando de la ancha vega por vivo sol bañada que las pupilas ciega, atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada.
Como un eco perdido, como un amigo acento que sueña cariñoso, el familiar chirrido del carro perezoso corre en alas del viento y llega hasta mi oído cual en aquellos días hermosos y brillantes en que las ansias mías eran quejas amantes, eran dorados sueños y santas alegrías.
Ruge la Presa lejos…, y, de las aves nido, Fondóns cerca descansa; la cándida abubilla bebe en el agua mansa donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa las aguas del olvido, que es de la muerte hermano; donde de los vencejos que vuelan en la altura, la sombra se refleja; y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla por entre la verdura de la frondosa orilla.
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