Gózome tanto, Dios mío, de tus bienes y riquezas, que se deshace mi alma por darte la norabuena.
¡Oh si a costa de mi honra y de mi vida pudiera hacer que todos los hombres te amaran y te sirvieran!
Enhorabuena, Señor, inmensidades poseas, y a tu corona inmortal oponerse nadie pueda.
Enhorabuena de nada necesidad nunca tengas, y me gozo de que todo tenga de ti dependencia.
Gózome que los tesoros que tan pródigo franqueas, aunque los des sin cesar, no tengan ninguna mengua.
Y pues no te puedo dar ni añadirte más grandeza, a sus deseos amor con imposibles consuela.
Mi bien, si yo fuera dios, mi ser al punto te diera y sin él quedara alegre sólo porque tú lo fueras;
de desnudo y de esencial, aunque humilde, amor se precia, o a serlo con tu favor con vivo deseo anhela.
No te sirvo por gozar tu gloria en la vida eterna, que a tu ser divino sólo mi amor rinde sus finezas,
ni porque tú me criaste, me redimiste y conservas, que ser quien eres en ti me basta, obliga y contenta.
Y así los premios, Señor, las dádivas y promesas, ni las afecta tu amante ni su mente las contempla.
En tu gesto solamente descansa amor y se ceba; ése es su término y fin, lo demás no le hace fuerza.
Ya me he dado, dueño mío, y he hecho de mi tal entrega, que sólo con repetirla pienso quedar satisfecha.
Consuélome, Señor mío, con que tu bondad inmensa recibirá los afectos que le ofrece mi bajeza.
Con intenso amor continuo estarte amando quisiera, con mi mente y mis entrañas, con toda el alma y sus fuerzas,
y pues yo las tengo cortas, pónles tú, Señor, viveza, de suerte que el amor tuyo acabe la vida misma.
Tú me mandas que te ame y obligas a que te quiera, pues dame lo que me mandas, que cierta está la obediencia.
En amarte y darte gusto he vinculado mi hacienda; éste es todo mi caudal, mis haberes y riquezas.
Si de virtudes y dones quieres que viva en pobreza, porque se cumpla tu gusto lo abrazaré muy sin pena.
Tú sólo, Señor, me bastas, sin dulzuras ni experiencias; date sólo, que mi amor muy desnudo te desea.
Yo no deseo trabajos, ni descansos ni asperezas, ni blanduras ni regalos, ni riqueza ni pobreza.
Y si todo cuanto digo y cuanto decir pudiera, gustas tú lo tenga yo, con todo estaré contenta.
Envíame al fuego eterno con tal que nunca te ofenda, que así amo tu justicia como tu piedad inmensa.
|