En ti, soledad amada, hallaba mi compañía, en ti los días son glorias, en ti las noches son días.
En ti cogí de mi amor, con abundancia excesiva, fértil cosecha del alma, dulce agosto de mi vida.
En ti gocé de mi esposo las pretendidas caricias, los halagos sin estorbos, los regalos sin medida.
En ti vi de su belleza, aunque en tiniebla, divina, con cuánta razón me prende, con cuánta causa cautiva.
En ti me vi alguna vez anegada y sumergida en el mar de dulces aguas y riquezas infinitas.
En ti, con los imposibles, satisfice mi codicia, que, con lo posible, amor nunca llena sus medidas.
En ti me vi, felizmente, muy negada y muy vacía de criaturas y afectos, y muy lejos de mí misma.
En ti gocé libertad de tanto precio y estima, que darlo todo por ella no será paga cumplida.
En ti celebró mi esposo, en aquel dichoso día, en amoroso himeneo, las bodas de mi alegría
En ti estuve tan gozosa, contenta y entretenida, que no podré encarecer lo menos que en ti sentía.
En ti, con dichas tan grandes, las horas, noches y días dulcemente se pasaban, instantes me parecían.
En ti, ¡qué corto mi sueño y qué larga mi vigilia, qué penoso fue el descanso, qué gustosa la fatiga!
En ti le dije a mi amante lo tierno que le quería, lo mucho que me obligaba, lo poco que le servía.
En ti le solicitaba, con finezas y caricias, a que me diese su amor pues el mío conocía.
En ti pudo conocer cómo le estaba rendida mi alma, que está colgada de su voluntad divina.
En ti le pedí su unión, con ansias de amor tan vivas, que no sé si le obligaron; él lo sabe y él lo diga.
En ti procuré entregarle tan por suya el alma mía, los sentidos y potencias, que él los mande y él los rija.
En ti también le ofrecí serle fiel y agradecida, correspondiente a su amor, y por todo extremo fina.
En fin, en ti le ofrecí todo cuanto yo tenía, a todo lo que anhelaba, todo cuanto apetecía.
En ti le di de mi amor la posesión tan cumplida, que ninguno me ha quedado para nadie en esta vida.
En ti conocí del suyo la gran fuerza y valentía, lo ardiente con que me enciende, lo activo con que me anima.
En ti le vi, liberal, intentar hacerme rica, que, derramando sus dones, pudo saciar mi codicia.
Mas no me doy por contenta, que mi afecto a más aspira, y solo el mismo podrá dar satisfacción cumplida.
Así, Soledad amada, causa de todas mis dichas, después que tú me faltaste, me ha faltado el alegría,
cercóme la confusión, el afán y las fatigas, todo me aflige y congoja, y causa melancolía.
Las criaturas me estorban, los apetitos me irritan, los afectos me atormentan y las pasiones se avivan;
tempestades se levantan, brama el mar, y la barquilla grande tormenta padece de las olas combatida.
¡Ay Soledad deseada de mi alma, y pretendida! Cada vez que te experimento, tengo de ti más estima.
¡Oh si gozara de ti lo que durara mi vida, a quien triste muerte llamo sin tu presencia querida!
¡Quién hablara dignamente, con lengua humana y tardía, de tus grandes perfecciones, agrado y soberanía!
¡Qué de santos engendraste en ti, con vida divina! En frágil barro vivieron innumerables cuadrillas.
La pureza, la oración, la contemplación divina, tus hijas son, Soledad, de ti nacen, tú las crías.
¿Qué virtud no se alimenta con tus pechos y caricias, quién deja de estar contento si te busca y te codicia?
Tú causas los desengaños y a la verdad solicitas para que, usando su fuerza, atropelle a la mentira;
haces del destierro patria, y sacas con valentía a las almas que te aman, de la opresión de sí mismas.
Y por no ofenderte más con ignorancias tan mías, no diré en tus alabanzas lo mucho que se ofrecía.
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