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Otro romance a una soledad

[Poema - Texto completo.]

Sor Marcela de San Félix

En ti, soledad amada,
hallaba mi compañía,
en ti los días son glorias,
en ti las noches son días.

En ti cogí de mi amor,
con abundancia excesiva,
fértil cosecha del alma,
dulce agosto de mi vida.

En ti gocé de mi esposo
las pretendidas caricias,
los halagos sin estorbos,
los regalos sin medida.

En ti vi de su belleza,
aunque en tiniebla, divina,
con cuánta razón me prende,
con cuánta causa cautiva.

En ti me vi alguna vez
anegada y sumergida
en el mar de dulces aguas
y riquezas infinitas.

En ti, con los imposibles,
satisfice mi codicia,
que, con lo posible, amor
nunca llena sus medidas.

En ti me vi, felizmente,
muy negada y muy vacía
de criaturas y afectos,
y muy lejos de mí misma.

En ti gocé libertad
de tanto precio y estima,
que darlo todo por ella
no será paga cumplida.

En ti celebró mi esposo,
en aquel dichoso día,
en amoroso himeneo,
las bodas de mi alegría

En ti estuve tan gozosa,
contenta y entretenida,
que no podré encarecer
lo menos que en ti sentía.

En ti, con dichas tan grandes,
las horas, noches y días
dulcemente se pasaban,
instantes me parecían.

En ti, ¡qué corto mi sueño
y qué larga mi vigilia,
qué penoso fue el descanso,
qué gustosa la fatiga!

En ti le dije a mi amante
lo tierno que le quería,
lo mucho que me obligaba,
lo poco que le servía.

En ti le solicitaba,
con finezas y caricias,
a que me diese su amor
pues el mío conocía.

En ti pudo conocer
cómo le estaba rendida
mi alma, que está colgada
de su voluntad divina.

En ti le pedí su unión,
con ansias de amor tan vivas,
que no sé si le obligaron;
él lo sabe y él lo diga.

En ti procuré entregarle
tan por suya el alma mía,
los sentidos y potencias,
que él los mande y él los rija.

En ti también le ofrecí
serle fiel y agradecida,
correspondiente a su amor,
y por todo extremo fina.

En fin, en ti le ofrecí
todo cuanto yo tenía,
a todo lo que anhelaba,
todo cuanto apetecía.

En ti le di de mi amor
la posesión tan cumplida,
que ninguno me ha quedado
para nadie en esta vida.

En ti conocí del suyo
la gran fuerza y valentía,
lo ardiente con que me enciende,
lo activo con que me anima.

En ti le vi, liberal,
intentar hacerme rica,
que, derramando sus dones,
pudo saciar mi codicia.

Mas no me doy por contenta,
que mi afecto a más aspira,
y solo el mismo podrá
dar satisfacción cumplida.

Así, Soledad amada,
causa de todas mis dichas,
después que tú me faltaste,
me ha faltado el alegría,

cercóme la confusión,
el afán y las fatigas,
todo me aflige y congoja,
y causa melancolía.

Las criaturas me estorban,
los apetitos me irritan,
los afectos me atormentan
y las pasiones se avivan;

tempestades se levantan,
brama el mar, y la barquilla
grande tormenta padece
de las olas combatida.

¡Ay Soledad deseada
de mi alma, y pretendida!
Cada vez que te experimento,
tengo de ti más estima.

¡Oh si gozara de ti
lo que durara mi vida,
a quien triste muerte llamo
sin tu presencia querida!

¡Quién hablara dignamente,
con lengua humana y tardía,
de tus grandes perfecciones,
agrado y soberanía!

¡Qué de santos engendraste
en ti, con vida divina!
En frágil barro vivieron
innumerables cuadrillas.

La pureza, la oración,
la contemplación divina,
tus hijas son, Soledad,
de ti nacen, tú las crías.

¿Qué virtud no se alimenta
con tus pechos y caricias,
quién deja de estar contento
si te busca y te codicia?

Tú causas los desengaños
y a la verdad solicitas
para que, usando su fuerza,
atropelle a la mentira;

haces del destierro patria,
y sacas con valentía
a las almas que te aman,
de la opresión de sí mismas.

Y por no ofenderte más
con ignorancias tan mías,
no diré en tus alabanzas
lo mucho que se ofrecía.



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