| Imagínate ahora que tú y yomuy tarde ya en la noche
 hablemos hombre a hombre, finalmente.
 Imagínatelo,
 en una de esas noches memorables
 de rara comunión, con la botella
 medio vacía, los ceniceros sucios,
 y después de agotado el tema de la vida.
 Que te voy a enseñar un corazón,
 un corazón infiel,
 desnudo de cintura para abajo,
 hipócrita lector –mon semblable,-mon frère!
 Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmoquien me tira del cuerpo a otros cuerpos
 a ser posiblemente jóvenes:
 yo persigo también el dulce amor,
 el tierno amor para dormir al lado
 y que alegre mi cama al despertarse,
 cercano como un pájaro.
 ¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
 si jamás he podido entrar en unos brazos
 sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
 igual deslumbramiento que a los veinte años!
 Para saber de amor, para aprenderle,haber estado solo es necesario.
 Y es necesario en cuatrocientas noches
 -con cuatrocientos cuerpos diferentes-
 haber hecho el amor. Que sus misterios,
 como dijo el poeta, son del alma,
 pero un cuerpo es el libro en que se leen.
 Y por eso me alegro de haberme revolcadosobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
 mientras buscaba ese tendón del hombro.
 Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones…
 Aquella carretera de montaña
 y los bien empleados abrazos furtivos
 y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
 pegados a la tapia, cegados por las luces.
 O aquel atardecer cerca del río
 desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
 O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
 Y recuerdos de caras y ciudades
 apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
 de escaleras sin luz, de camarotes,
 de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
 y de infinitas casetas de baños,
 de fosos de un castillo.
 Recuerdos de vosotras, sobre todo,
 oh noches en hoteles de una noche,
 definitivas noches en pensiones sórdidas,
 en cuartos recién fríos,
 noches que devolvéis a vuestros huéspedes
 un olvidado sabor a sí mismos!
 La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
 de la langueur goutée  a ce mal d’être deux
 Sin despreciar
 -alegres como fiesta entre semana-
 las experiencias de promiscuidad.
 Aunque sepa que nada me valdríantrabajos de amor disperso
 si no existiese el verdadero amor.
 Mi amor,
 íntegra imagen de mi vida,
 sol de las noches mismas que le robo.
 Su juventud, la mía,-música de mi fondo-
 sonríe aún en la imprecisa gracia
 de cada cuerpo joven,
 en cada encuentro anónimo,
 iluminándolo. Dándole un alma.
 Y no hay muslos hermosos
 que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
 cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
 Ni pasión de una noche de dormidaque pueda compararla
 con la pasión que da el conocimiento,
 los años de experiencia
 de nuestro amor.
 Porque en amor también
 es importante el tiempo,
 y dulce, de algún modo,
 verificar con mano melancólica
 su perceptible paso por un cuerpo
 -mientras que basta un gesto familiar
 en los labios,
 o la ligera palpitación de un miembro,
 para hacerme sentir la maravilla
 de aquella gracia antigua,
 fugaz como un reflejo.
 Sobre su piel borrosa,cuando pasen más años y al final estemos,
 quiero aplastar los labios invocando
 la imagen de su cuerpo
 y de todos los cuerpos que una vez amé
 aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
 Para pedir la fuerza de poder vivir
 sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
 mientras seguimos juntos
 hasta morir en paz, los dos,
 como dicen que mueren los que han amado mucho.
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