Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.
-“Desgraciado, ¿dónde andas?
¿Qué buscas o qué demandas
por aqueste puerto angosto?”
Contesté yo a sus preguntas:
-“Me voy para Sotos Albos”
Dijo: -“¡El pecado barruntas
con esos aires tan bravos!
Por aquesta encrucijada
que yo tengo bien guardada,
no pasan los hombres salvos.”
Plantóseme en el sendero
la sarnosa, ruin y fea,
dijo: -“¡Por mi fe, escudero!
aquí me estaré yo queda;
hasta que algo me prometas,
por mucho que tú arremetas,
no pasarás la vereda.”
Díjele: -“¡Por Dios, vaquera,
no me estorbes la jornada!
deja libre la carrera;
para ti no traje nada.”
Me repuso: -“Entonces torna,
por Somosierra trastorna,
que aquí no tendrás posada.”
Y la Chata endiablada,
¡que San Julián la confunda!
arrojóme la cayada
y, volteando su honda,
dijo afinando el pedrero:
-“¡Por el Padre verdadero,
tú me pagas hoy la ronda!”
Nieve había, granizaba,
hablóme la Chata luego
y hablando me amenazaba:
-“¡Paga o ya verás el juego!”
Dije yo:-“¡Por Dios, hermosa,
deciros quiero una cosa,
pero sea Junto al fuego!”
-“Yo te llevaré a mi casa
y te mostraré el camino,
encenderé fuego y brasa
y te daré pan y vino.
Pero ¡a fe!, promete algo
y te tendré por hidalgo.
¡Buena mañana te vino!”
Yo, con miedo y arrecido,
le prometí un garnacha
y ofrecí, para el vestido,
un prendedor y una plancha.
Dijo: -“Yo doy más, amigo.
¡Anda acá, vente conmigo,
no tengas miedo a la escarcha!”.
Cogióme fuerte la mano
y en su pescuezo la puso,
como algún zurrón liviano
llevóme la cuesta ayuso.
-“¡Desgraciado!, no te espantes,
que bien te daré que yantes
como es en la tierra uso.”
Me hizo entrar mucha aína
en su venta, con enhoto;
y me dio hoguera de encina,
mucho conejo de Soto,
buenas perdices asadas,
hogazas mal amasadas
y buena carne de choto.
De vino bueno un cuartero,
manteca de vacas, mucha,
mucho queso de ahumadero,
leche, natas y una trucha;
después me dijo: -“¡Hadeduro!,
comamos de este pan duro,
luego haremos una lucha.”
Cuando el tiempo fue pasando,
fuime desentumeciendo;
como me iba calentando
así me iba sonriendo.
Observóme la pastora;
dijo: –“Compañero, ahora
creo que voy entendiendo”.
La vaqueriza, traviesa,
dijo: “Luchemos -un rato,
levántate ya, de priesa;
quítate de encima el hato” .
Por la muñeca me priso,
tuve que hacer cuanto quiso,
¡creo que me fue barato!
|