En este año sombrío, el otoño llega temprano…
Camino solo por el campo de noche, la lluvia golpea,
el viento sacude mi sombrero… ¿Y tú? ¿Y tú, amigo mío?
Tal vez estás de pie -y ves la luna menguante
moverse en un pequeño arco sobre los bosques
y las fogatas del campamento, rojas en el valle negro.
Tal vez estás acostado en un campo de paja, durmiendo,
y el rocío cae frío sobre tu frente y tu chaqueta de combate.
Es posible que esta noche estés a caballo,
en el puesto más lejano, vigilando, con un fusil en la mano,
sonriendo, susurrándole a tu caballo exhausto.
Tal vez -me lo imagino una y otra vez- estás pasando la noche
como huésped en un castillo extraño con parque,
y escribes una carta a la luz de una vela, y de pronto
tocas unas teclas del piano junto a la ventana,
buscando un sonido…
-Y tal vez
ya estás en silencio, ya estás muerto, y el día
ya no brillará más en tus amados
ojos serios, y tu amada mano morena cuelga sin vida,
y tu frente blanca se ha abierto—Oh, si tan solo,
si tan solo, aquel último día, te hubiera mostrado, dicho
algo de mi amor, ese amor tan tímido para hablar.
Pero tú me conoces, lo sabes… y sonríes, asientes
esta noche frente a tu castillo extraño,
y asientes a tu caballo en el bosque empapado,
y asientes a tu sueño, sobre la dura paja ruidosa,
y piensas en mí, y sonríes.
Y tal vez,
tal vez algún día regreses de la guerra
y des un paseo conmigo una tarde,
y alguien hable de Longwy, Lieja, Dammerkirch,
y sonría con gravedad, y todo sea como antes,
y nadie diga una palabra de su inquietud,
de su inquietud y ternura por la noche en el campo,
de su amor. Y con un solo chiste
ahuyentes la preocupación, la guerra, las noches inquietas,
el relámpago fugaz de la tímida amistad humana,
hacia el fresco pasado que ya no volverá.
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