Persistirá la música, dijeron,
pero la antigua gente de los libros,
nuestros viejos maestros,
han de ser olvidados,
así como la amada bendición de las eras
sólo será visible
en cambiantes imágenes.
Estaba escrito en el aire del tiempo,
no en páginas ni en letras duraderas
pues el sueño de Gutenberg
fue también nuestro sueño
por demasiados años,
y ha llegado la hora
del continuo, incesante fluir que anime todo
cuanto quede en nosotros del fervor de la vida.