Pespunteo mis días,
aliño la más inútil de mis prendas,
tiro el aguijón de la susceptibilidad al cesto,
las tijeras de alguna palabra inoportuna
que pudiera cortar;
remozo el paisaje en la retina,
deshollino el pecho,
limpio los tejados enmohecidos
por tantas lluvias de sal
en el dolor
y me dispongo a nacer.