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Piedad para la belleza

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Anónimo: Occidente

En el siglo IV a. de C., una de las hetairas o cortesanas más famosas de la Grecia clásica llamada Mnesarete, más conocida como Friné, fue considerada como una de las más hermosas mujeres de toda Grecia. Su esbelto cuerpo sirvió como modelo a Praxíteles, uno de sus muchos amantes, para realizar la estatua de la diosa Afrodita conocida como “Venus de Cnido” y, durante una fiesta, se soltó los cabellos, se desnudó y se sumergió en el mar, inspirando al pintor Apeles para pintar su famosa “Afrodita Anadiomene” (“Venus saliendo del mar”, con los brazos alzados y las manos recogiendo desde ambos lados la cabellera suelta). Pues bien, en cierta ocasión, tras rechazar repetidamente los requiebros y las solicitudes de un tal Eutías, este la denunció, acusándola de impiedad al profanar los misterios eleusinos, ritos de iniciación anuales  al culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas.

Mnesarete compareció ante el tribunal de los heliastas -antiguos magistrados de Atenas- y, cuando estaba a punto de ser condenada a muerte, tomó la palabra en su defensa un famoso orador llamado Hipérides. Su bello y encendido alegato a favor de la acusada no conmovió sin embargo a los miembros del jurado. En un último y desesperado intento, Hipérides despojó a la acusada del peplo y la mostró desnuda ante el tribunal, al tiempo que exclamaba:

-Olviden, si les parece, todos mis argumentos anteriores. Pero, ¿no lamentarían condenar a muerte a la propia diosa Afrodita? ¡Piedad para la belleza!

Tan convincente e inapelable resultó el argumento que Friné, absuelta de todos los cargos por el tribunal, fue puesta inmediatamente en libertad.

FIN


Anónimo europeo


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