Se asomaba a la vida
y las olas del mundo se rompían contra ella.
Siempre volvía maltrecha
al sitio de partida
en donde la soledad era fría,
cuchillo helado que penetraba hasta el centro de los huesos.
Y es que ella fue una pieza extraña
que jamás encajó en el rompecabezas.
No faltó quien limara sus cortes
puliera sus aristas,
tratara de meterla a presión en un
hueco apropiado.
Todo inútil,
porque como botada por un resorte,
desalojaba el sitio que querían asignarle.
Tal vez por eso
ella fue una pieza que rodó dolida
por el infinito.