En una tierra que amasan potros de cinco años el olor de tu piel hace llorar a los adolescentes.
¡Yo sé que tu cielo es redondo y azul como los huevos de perdiz y que tus mañanas tiemblan, gotas pesadas en la flor del mundo!
Yo sé cómo tu voz perfuma la barba de los vientos…
Por tus arroyos los días descienden como piraguas. Tus ríos abren canales de música en la noche; y la luna es un papagayo más entre bambúes o un loro que rompen a picotazos las cigüeñas.
En un país más casto que la desnudez del agua los pájaros beben en la huella de tu pie desnudo…
Te levantarás antes de que amanezca sin despenar a los niños y al alba que duermen todavía. (El cazador de pumas dice que el sol brota de tu monero y que calzas al día como a tus hermanitos.)
Pisarás el maíz a la sombra de los ancianos en cuyo pie se han dormido todas las danzas.
Sentados en cráneos de buey tus abuelos fuman la hoja seca de sus días; chisporrotea la sal de sus refranes en el fuego creciente de la mañana. (Junto al palenque los niños han boleado un potrillo alazán…)
En una tierra impúber desnudarás tu canto junto al arroyo de las tardes. Tú sabes algún signo para pedir la lluvia y has encontrado yerbas que hacen soñar.
Pero no es hora, duermen en tu pie los caminos.
Y danzas en el humo de mi pipa donde las noches arden como tabacos negros…
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