Si de vuestra hija fue estrella
dar tan niña el alma a Dios,
¡ay, feliz mil veces vos!
¡dichosa mil veces ella!
Pues ya huella
las celestiales alturas,
no halle en vos nunca lugar
el pesar,
porque para almas tan puras
«morir es resucitar».
¿Para qué lloráis perdida
esa prenda de amor tierno,
si por un lugar «eterno»
dejó un lugar de «partida»?
Si es la vida
caos de dudas y penas,
¿quién la muerte, al que bien quiere,
no prefiere,
si el que vive, vive apenas,
«y resucita el que muere»?
Siempre, llena de consuelo,
viendo a un ser puro sin vida,
la multitud, de fe henchida,
prorrumpe:- ¡Ángeles al cielo!-
Ni ¿a qué duelo
es mostrar, cuando la carga
de la existencia maldita
Dios nos quita,
si tras de una vida amarga,
«muriendo se resucita»?
No dé a vuestra alma afligida
la más leve pesadumbre
esa negra incertidumbre
del «más allá» de la vida.
Si es mentida
la fe de ulterior solaz,
al menos, los que viviendo
van gimiendo,
en otro mundo de paz
«resucitarán muriendo».
Ya habita, aunque el desconsuelo
os haga implacable guerra,
un «triste» menos la tierra,
y un «dichoso» más el cielo.
De su vuelo
iréis vos, muriendo, en pos,
si a Dios dais en implorar
sin cesar,
pues para justos cual vos
«morir es resucitar».
|