Desnuda, casi desnuda; y los árboles cotillas a la ventana arrimaban, pícaros, su fronda pícara.
Asentada en mi sillón, desnuda, juntó las manos. Y en el suelo, trepidaban, de gusto, sus pies, tan parvos.
-Vi cómo, color de cera, un rayo con luz de fronda revolaba por su risa y su pecho -en la flor, mosca,
-Besé sus finos tobillos. Y estalló en risa, tan suave,
risa hermosa de cristal. desgranada en claros trinos…
Bajo el camisón, sus pies -¡Basta, basta!» -se escondieron. -¡La risa, falso castigo del primer atrevimiento!
Trémulos, pobres, sus ojos mis labios besaron, suaves: -Echó, cursi, su cabeza hacia atrás: «Mejor, si cabe…!
Caballero, dos palabras…»» -Se tragó lo que faltaba con un beso que le hizo reírse… ¡qué a gusto estaba!
-Desnuda, casi desnuda; y los árboles cotillas a la ventana asomaban, pícaros, su fronda pícara.
|