Un libro es libre, dicen. Sin embargo
este diálogo es deuda, de repente
lo he cometido todo por encargo
y recomendación de alguna gente.
Se me había perdido la canción
adentro de un amargo desaliento.
Alguien me socorrió con intención
de que recuperara el instrumento.
Si supiera escribir, si me atreviese,
decidiría sin socorro alguno,
pero vacilo porque me parece
que es la poesía quien lo escribe a uno.
Perdonen que sonría, qué frescura,
y que no solemnice o menoscabe
precepto de actualísima escritura
que mecanizan retorcida clave.
A fin de contemporizar procuro
cantar con método menos humano,
pero me sale así: les aseguro
que esta canción está toda hecha a mano.
Me gusta, como al pueblo y a la infancia,
jugar con sonsonete de medida,
y entre la artesanía y la ignorancia,
por ahora, me doy por aludida.
No tuve tiempo de pedir permiso
a autoridad plumífera ilustrada
que quizá opine que este canto es liso,
tan liso que no sirve para nada.
No sé, yo solamente versifico
pura conversación a mi manera.
Y su inutilidad se la dedico
a los que me pidieron que escribiera.
|