Puse en mi bandeja cuanto tenía, y te lo di.
¿Qué traeré a tus pies mañana?
Soy como el árbol que, huyendo el verano floreciente,
mira al cielo, levantadas sus ramas desnudas de flores.
Pero ¿no hay, entre todas mis ofrendas pasadas, una sola flor
que haya hecho inmarcesible la eternidad de las lágrimas?
¿Te acordarás, me darás las gracias con los ojos
cuando llegue yo a ti con las manos vacías,
en la despedida de mis días estivales?