1
¡Quién sostiene las luces que cruzan en la sombra
de esta mi densa soledad tan rara!
¡Cuando el florón más tenue de la alfombra
se cambia en el contorno de tu cara!
Cruje una puerta… suenan unos pasos.
¡Es el viento, es la nada, es lo invisible!
¡Tú estás lejos de mí, fijo de brazos
ante mi grito ahogado a lo imposible!
Marca el reloj la hora en que no vienes…
No has de venir jamás, amado mío.
Entre tú y yo está el hierro de mil trenes,
Miles de piedras…y un atroz vacío.
2
¡Cuántas veces la luna enternecida
me anunció tu llegada levemente!
Silbaban los coquíes tu bienvenida,
Y aplaudían las olas elocuentes…
¡Cuántas veces las palmas de la orilla
dieron sus ramas para tu homenaje…
y el lucero mayor, el que más brilla,
apuntaló la ruta de tu viaje!
Nunca llegaste… Sola en mí, cautiva
de la palmas, el mar y los luceros…
Nunca aprontó, retando los veleros,
el barco en que llegabas, y me iba.
3
¡Islita en que he nacido, Puerto Rico!
¡Pobre tierra cedida y entregada!
Leve paisaje…brisa de abanico…
Día calcinador, noche extasiada.
¿Tierra ansiosa de qué? ¡Nadie lo sabe!
Tierra sin rumbo, sin nivel, sin meta…
Eres igual a mí, fija e inquieta;
eres igual a mí, estanque y ave.
No queriéndolo ser, soy a tu modo:
sueño de lucha, despertar de entrega…
Y en mi siembre y mi flor como en mi siega,
dejas tu inútil pequeñez en todo.
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