Yo me disminuyo en cada día que corre y que cae,
como si naciera: es el alba de mi sangre: sacudo la ropa,
se enredan las ramas del roble, corona el rocío con siete
diademas mis recién nacidas orejas,
en el mediodía reluzco como una amapola en un traje de luto,
más tarde la luz ferroviaria que huyó transmigrando de los archipiélagos
se agarra de mis pies invitándome a huir con los trenes
que alargan el día de Chile por una semana
y cuando saciada la sombra con el luminoso alimento
estática se abre mostrando en su seno moreno la punta de Venus
yo duermo hecho noche, hecho niño y naranja,
extinto y preñado del nuevo dictamen del día.