Amante dulce del alma,
bien soberano a que aspiro,
tú que sabes las ofensas
castigar a beneficios;
divino imán en que adoro:
hoy que tan propicio os miro,
que me mimáis la osadía
de poder llamaros mío:
hoy que en unión amorosa
pareció a vuestro cariño
que si no estabais en mí
era poco estar conmigo;
hoy que para examinar
el afecto con que os sirvo
al corazón en persona
habéis entrado vos mismo,
pregunto: ¿es amor o celos
tan cuidadoso escrutinio?
Que quien lo registra todo
da de sospechar indicios.
Mas ¡ay, bárbara ignorante,
y qué de errores he dicho,
como si el estorbo humano
obstara al lince divino!
Para ver los corazones
no es menester asistirlos,
que para vos son patentes
las entrañas del abismo.
Con una intuición presente
tenéis en vuestro registro
el infinito pasado
hasta el presente finito.
Luego no necesitabais
para ver el pecho mío,
si lo estáis mirando sabio,
entrar a mirarlo fino.
Luego es amor, no celos,
lo que en vos miro.
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