¡Oh cuánto pierde quien pierde el preciosísimo tiempo! ¡Oh cuánto gana quien gana sus instantes y momentos!
Toda la plata y el oro y diamantes de más precio no valen lo que un instante que se gasta para el cielo.
¡Oh tiempo, riqueza suma a quien te estima! Yo creo que ni un solo respirar no le exhale sin provecho.
¡Oh infelicísima vida la que he gastado sin miedo de la cuenta que he de dar del instante más pequeño!
Las coronas y las mitras, y aun las tiaras, es cierto que son la misma desgracia si desperdician el tiempo.
¡Oh si licencia les dieran a los que gastaron, necios, el tiempo, sin granjear que volviesen a sus cuerpos!
Con provechosa codicia, divinamente avarientos, guardarían los instantes como antes los dineros.
Para adquirir y ganar vivimos este destierro, y nuestros censos y juros son los espacios del tiempo.
Depende una eternidad de solo un instante incierto: ¿Pues cómo se pasa instante sin dar pasos a lo eterno?
¡Oh si me diesen a mí tiempo en que llorar el tiempo que tan sin cuenta he gastado todo lo mejor del tiempo!
De mi tiempo mal gastado, Dios mío, [a] aquel tiempo apelo que dispuso tu piedad el que yo llegase a tiempo.
A sus vanas alegrías llama el malo pasatiempos, y tiempos que así se pasan traerán tristeza a su tiempo.
¡Oh si todos entendiesen el que no es ahora tiempo de gozar! Que al padecer sea dedicado este tiempo.
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