¿No me conocéis, serranos? Yo soy el pastor de Filis, cera a su pecho de acero, esclavo a sus ojos libres. Huésped en vuestras riberas, oponer de amor me visteis a las armas vencedoras resistencias invencibles. Mas ¡ay! yo muerto, serranos; ¡ay, amor, ya me venciste!; los incendios de mis hielos tus poderes acrediten. Para matarme tus ojos, Filis, el amor elige; que a mayores vencimientos bastan los rayos que viste. A cuyo imperio süave, a cuya fuerza apacible no hay libertad que se exente, no hay exención que se libre. A tu beldad las beldades desconocidas se rinden, desde las que el Tetis beben, hasta las que el Ganges viven. Cuyo nombre el Gata ufano gloria le da más felice que sus arenas al Tajo, que sus imperios al Tíber. En tu alabanza mi efecto, entre efectos imposibles epiciclos fatigara; mas temo que espumas pise. Retírase, pues, cobarde, y tanta empresa remite, o de un águila a los vuelos o a los acentos de un cisne; que una voz ronca no puede ni puede una pluma humilde ultrajarte; que te ignora quien se atreve a describrirte. Mis deseos igualmente que por divina te admiten, como a deidad te veneran y como a deidad te piden, así, pues, el tiempo nunca en ti con mudanza triste las rosas aje del rostro ni del cuello los jazmines; a la primavera hermosa que en tus mejillas asiste, en siempre floridos mayos goce perpetuos abriles; que admitas unos deseos, que una voluntad estimes, como atrevida en quererte, acordada en elegirte. Si tienes dueño, a tu dueño te hurta: mi mal te obligue, para que mi ardor aplaques, nieve a que a mi cuello apliques. Yo vi que hurtados a un muro a que pudieran asirse, le repartieron abrazos a un árbol unos jazmines. Tú verás que a mis deseos solicitan persuadirte yedra que dos olmos trepa, vid que dos álamos ciñe. Prisiones rompe el capullo avaramente sutiles el clavel, y fuera dellas con púrpura el aire tiñe pues te incitan sus ejemplos, Filis, sus ejemplos sigue; que si tú mi amor retornas, cierto estoy que Amor me envidie.
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