Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico

Romance de un alma que temía distraerse al salir de un retiro

[Poema - Texto completo.]

Sor Marcela de San Félix

Dulce querido mío,
hechizo de mi alma,
si enamorarme intentas,
ya estoy enamorada.

Si pretendes, mi bien,
con amorosas trazas,
con cautelas divinas,
probar mi fe y constancia,

excesiva es la prueba,
más parece amenaza,
pues dices que mi amor
admitirá mudanza.

Aunque te niegues luego,
tu presencia a mi alma
estará firme en todo,
con la misma constancia,

aunque por tus desdenes,
desvíos y amenazas,
crezcan las aflicciones
sin término ni pausa.

Aunque no quede en mí
señal de que me amas,
me tendrás, vida mía,
guardando tus espaldas.

Aunque me diga todo
que me tienes dejada,
y que dejar la empresa
puedo por olvidada,

tierna te buscaré
desde la noche al alba,
desde el alba a la noche
sin dar fin a mis ansias;

es muy grande el incendio
en que yace mi alma,
para que se consuma
aunque le cerquen aguas.

Tú, que en mi corazón
vives como en tu casa,
sabes de mis amores
los efectos y causas.

Sabes que es ya tan tuyo
que en ti solo descansa,
en ti solo se alegra
y lo demás le cansa.

Sabes que por tenerte
mil suspiros exhala,
mil congojas padece
con infinitas ansias,

pues hallado una vez
el bien que deseaba,
¿cómo le ha de olvidar
por más que le combatan

si con dulces violencias
tus amores me enlazan,
tus caricias me obligan,
tu hermosura me mata,

si sabes que me tienes
cautiva y hechizada,
y de amor por tus ojos
ardiendo en vivas llamas?

Y que en dejando yo
tu soledad sagrada
y en volviendo a la aldea,
mitigaré mis ansias,

que el confuso tropel
de criaturas tantas,
con las ocupaciones,
apagarán la llama.

Y si tú te retiras
y haces ausencias largas,
faltará la memoria
de finezas pasadas,

y sin ella, el afecto
es fuerza tenga pausa,
y todo el bien se acabe
en voluntad templada.

Si yo, de presumida,
con loca confianza,
esperara en mis fuerzas,
sin duda me faltaran,

pero si pongo en ti
todas mis esperanzas,
¿por qué he de persuadirme
que se han de ver frustradas?

¿Tengo yo de pensar
que de burlas me amas,
que por juego acaricias,
por donaire regalas?

Y después, dueño mío,
que con veras tan claras,
con finezas tan tuyas
me obligas y dilatas,

no puedo yo creer
que amistad tan fundada
acabe un accidente,
de fin tan leve causa.

Pues en ti presumida
y en tu amor alentada,
prometo a tu belleza
que no ha de haber mudanza.

Tu esposa fiel seré,
mi bien, aunque te vayas
y ausentes tantas veces
cuantas te doy el alma,

y aunque tu sierva inútil,
tu puntual esclava,
estaré ejecutando
tu voluntad sin falta.

¿Ha de faltar tan presto
tanto amor, sin más causa
que volver a la aldea
a servir en tu casa?

Bien sé yo, Señor mío,
que ha de sentir el alma
el que breves instantes
has de comunicarla,

y es fuerza que eche menos
las horas regaladas
que en tan dulces coloquios
en tus brazos pasaba;

bien sé que he de decir:
¡ay soledad amada
donde con tanta gloria
de mi esposo gozaba!

Y que con tierno llanto,
en memorias pasadas,
pasaré de tu ausencia
noches tristes y largas;

pero aun quererlo tú
toda fatiga para,
todo afecto se niega
y toda queja es vana.

No sé si, a fue de necia,
estoy tan confiada
que te he de amar ahora,
mi bien, con más ventajas,

y que no ha de ser parte
toda la astucia humana
del que afecta oponerse,
para entibiarme el alma.

Afile su agudeza
y primorosas trazas,
que armada con la fe,
hollaré su arrogancia.

Con esto, dueño mío,
no haya más amenazas:
no mates con temores
a quien de amores matas.



Más Poemas de Sor Marcela de San Félix