Dulce querido mío, hechizo de mi alma, si enamorarme intentas, ya estoy enamorada.
Si pretendes, mi bien, con amorosas trazas, con cautelas divinas, probar mi fe y constancia,
excesiva es la prueba, más parece amenaza, pues dices que mi amor admitirá mudanza.
Aunque te niegues luego, tu presencia a mi alma estará firme en todo, con la misma constancia,
aunque por tus desdenes, desvíos y amenazas, crezcan las aflicciones sin término ni pausa.
Aunque no quede en mí señal de que me amas, me tendrás, vida mía, guardando tus espaldas.
Aunque me diga todo que me tienes dejada, y que dejar la empresa puedo por olvidada,
tierna te buscaré desde la noche al alba, desde el alba a la noche sin dar fin a mis ansias;
es muy grande el incendio en que yace mi alma, para que se consuma aunque le cerquen aguas.
Tú, que en mi corazón vives como en tu casa, sabes de mis amores los efectos y causas.
Sabes que es ya tan tuyo que en ti solo descansa, en ti solo se alegra y lo demás le cansa.
Sabes que por tenerte mil suspiros exhala, mil congojas padece con infinitas ansias,
pues hallado una vez el bien que deseaba, ¿cómo le ha de olvidar por más que le combatan
si con dulces violencias tus amores me enlazan, tus caricias me obligan, tu hermosura me mata,
si sabes que me tienes cautiva y hechizada, y de amor por tus ojos ardiendo en vivas llamas?
Y que en dejando yo tu soledad sagrada y en volviendo a la aldea, mitigaré mis ansias,
que el confuso tropel de criaturas tantas, con las ocupaciones, apagarán la llama.
Y si tú te retiras y haces ausencias largas, faltará la memoria de finezas pasadas,
y sin ella, el afecto es fuerza tenga pausa, y todo el bien se acabe en voluntad templada.
Si yo, de presumida, con loca confianza, esperara en mis fuerzas, sin duda me faltaran,
pero si pongo en ti todas mis esperanzas, ¿por qué he de persuadirme que se han de ver frustradas?
¿Tengo yo de pensar que de burlas me amas, que por juego acaricias, por donaire regalas?
Y después, dueño mío, que con veras tan claras, con finezas tan tuyas me obligas y dilatas,
no puedo yo creer que amistad tan fundada acabe un accidente, de fin tan leve causa.
Pues en ti presumida y en tu amor alentada, prometo a tu belleza que no ha de haber mudanza.
Tu esposa fiel seré, mi bien, aunque te vayas y ausentes tantas veces cuantas te doy el alma,
y aunque tu sierva inútil, tu puntual esclava, estaré ejecutando tu voluntad sin falta.
¿Ha de faltar tan presto tanto amor, sin más causa que volver a la aldea a servir en tu casa?
Bien sé yo, Señor mío, que ha de sentir el alma el que breves instantes has de comunicarla,
y es fuerza que eche menos las horas regaladas que en tan dulces coloquios en tus brazos pasaba;
bien sé que he de decir: ¡ay soledad amada donde con tanta gloria de mi esposo gozaba!
Y que con tierno llanto, en memorias pasadas, pasaré de tu ausencia noches tristes y largas;
pero aun quererlo tú toda fatiga para, todo afecto se niega y toda queja es vana.
No sé si, a fue de necia, estoy tan confiada que te he de amar ahora, mi bien, con más ventajas,
y que no ha de ser parte toda la astucia humana del que afecta oponerse, para entibiarme el alma.
Afile su agudeza y primorosas trazas, que armada con la fe, hollaré su arrogancia.
Con esto, dueño mío, no haya más amenazas: no mates con temores a quien de amores matas.
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