Eres la rosa ideal que fue la princesa-rosa, en la querella amorosa de un menestral provenzal.
Si tú sus trovas quisieras, llegarían, como un ruego, los serventesios de fuego en armoniosas hogueras.
Darías al vencedor los simbólicos trofeos, en los galantes torneos de la ciencia del amor.
Incensado por el aura de la dulce poesía en tus manos dejaría su cetro Clemencia Isaura.
* Serías el lirio humano que halló un rey bajo su tienda, en la brumosa leyenda de un minnesinger riniano.
En ti vería el guerrero perlas y rocío, como en el tesoro del gnomo que descubrió un hechicero.
Tendrías un camarín por las hadas adornado, en un palacio encantado de las márgenes del Rin.
Y en las noches de las citas, bajo el rayo de la luna, envidiaran tu fortuna Loreleys y Margaritas.
* Mientras pensativo y triste, junto a la cruz de un sendero, estrechara un caballero la banda azul que le diste,
en tu ventana ojival dulcemente reclinada, oirías la balada del ardido Parsifal.
Y de un juglar, que ha traído su arpa cubierta de flores, la historia de los amores, de Crimilda y de Sigfrido.
En tu blanco camarín por las hadas adornado, resonaría el sagrado cántico de Lohengrín…
Ya mi pálida quimera se ha enredado, como una ave en la onda, crespa y suave, de tu blonda cabellera.
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