A mi buen padre anciano, que me amó siempre igual; a mi buen padre anciano que murió anteayer, poco antes de anochecer, estoy llorando. Jesucristo, los mandamientos de tu iglesia santísima observar en cada acción mía, en cada palabra, en cada pensamiento, es mi esfuerzo cotidiano. Y a los que te niegan los rechazo.- Pero ahora me lamento: gimo, Cristo mío, por mi padre a pesar de que era -horrible decirlo- sacerdote en el muy maldito Serapion.