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Salmo IV

[Poema - Texto completo.]

Fray Luis de León

Cum invocarem

Cuando en grave dolencia
del alma te llamé, tú me escuchaste,
Dios, de la inocencia
autor, tú me ensanchaste
el corazón, que en sueño estrecho hallaste.
Pues eres piadoso,
derrama sobre mí piadosos dones,
y vuelve tu amoroso
oído a mis razones,
que más son que mis culpas tus perdones.
¡Oh, hombres! ¿Hasta cuándo
tendréis el corazón endurecido,
la vanidad amando
del bien que os ha mentido,
siguiendo a rienda suelta su partido?
Sabed cómo engrandece
a su amigo Dios, su voz oyendo;
mi alma favorece
luego le concediendo
cuanto en su corazón le está pidiendo.
Enójeos el pecado,
y no pequéis jamás en vuestros hechos;
corregid lo pasado,
y en vuestros ricos lechos
sollozaréis en lágrimas deshechos.
Un sacrificio justo
sacrificad a Dios, que es el que alcanza
perdón a todo injusto;
y tened esperanza,
que nadie se salvó sin confianza.
Dicen los pecadores:
«¿Quién nos dirá dó están las cosas buenas?
¿No ven los resplandores
de mi rostro y las venas
de luz, de quien sus almas están llenas?
Dísteme tu alegría,
joya que gozan solos tus privados;
mas a la compañía
de los que van errados,
frutos de vino y pan multiplicados.
De paz favorecido
entre justos y santos reposando,
me quedaré adormido,
porque me estás guardando,
en confianza eterna descansando».



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