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Salvador de la nieve

(Letanías)

[Poema - Texto completo.]

Manuel Rueda

I

Habías de venir por esa puerta de pequeñez terrestre
como la luz de mano de la estrella,
como el silencio al simple respirar de la nieve
donde buscan y reconocen ángeles y corderos.

Habías de venir. Era la nieve
el pañal, el sudario, el manto santo,
la vida que tú dabas a tu cuerpo,
a nosotros, sumidos en la nieve.

Borrados los caminos, hay que hacerlos.
Ensordecido el canto, hay que cantarlo
desgranando las bocas
que muerden solo sílabas de nieve.

Sepultado este cuerpo en ataduras
de lenta muerte y nieve,
hay que llamarlo así, desde la anchura de los cielos
con tu voz, niño puro, resucitado de la nieve.

II

Casi te olvida el cielo. Cielo solo a la espera de la nieve
que ahora cae como estrella persuadida
inclinando su brillo en el umbral,
perseverando ante la orla azul dorada de la veste,
del corazón de María,
de la nieve María que se enciende,
que aguarda entre el dormido heno
junto a la entraña dulcemente sofocada.

Nieve que aguarda nieve.
Nieve que se arrodilla, custodiada
por soledades de ángeles y bestias,
por soledad de tu padre de la tierra.

Todo el cielo cerrado, abierto solo a nieve.
Cielo que ahora esplende, vuelca la trompa azul de la aleluya,
mensajero mayor y noticioso.

Enterrada tu casa está en la nieve
y María comienza a llorar nieve,
a reír, a acunar nieve
entre brazos alzados por la gracia.

III

La nieve es un nacer y tú lo usas
para venir al fin a conquistarnos.

Sentada en escabeles tu madre hilaba nieve.
De su vientre y costado caía la nieve al mundo.
El mundo era de nieve para que tú solo fueras fuego.
La nieve de María al mundo de María.
La nieve consentida por el esposo manso.
Paz de José y María, del niño que mira caer nieve,
niño en la gran niñez perdido
y hallado por la nieve.

IV

Cúbrenos las vergüenzas si no estamos perdidos en la nieve.
Cúbrenoslas con los linos de frescor de tu recién hilada nieve.
Oh niño que nos salva solo en la promesa de niñez, niñez de nieve.
Al mundo anciano salva con ser niño y estar en un regazo
donde aletea el rezo de la nieve.

Oh niño de María, enfloradora y cortadora de la nieve:
Niño que vienes desde lejos
a entonar estas puertas
marcádolas con nieve,
nieve eterna en donde te desperezas
tú, fuego rodeado por la nieve.



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