La concertada cita entre desconocidos
me conduce a tu puerta: voy pisando y me oigo
y soy mi propio eco y mi propia cautela
hasta que te me abres, belleza desmedida
que abarco en mi pañuelo, alta gloria que añades
esplendor a tu piedra. Vergine mia del Bacio,
el aliento te horada. Me postraré en tus losas
para que en su equilibrio vuelva a reconocerme.