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Sexto canto de muerte

[Poema - Texto completo.]

Ausiàs March

Si durante algún tiempo creí amar,
de tal sentimiento, poco conozco ahora en mí.
Si me comparo al común de la gente,
es verdad que hallo en mí gran amor;
mas si recuerdo a alguien de otro tiempo,
y lo que Amor puede en buena disposición,
ni tan sólo puedo darme el nombre de amador,
pues mi pasión no es tanta como debiera.

La que tanto amé, ya murió,
y yo sigo vivo, viéndola morir;
un gran amor no podría sufrir
que la Muerte de ella me alejara.
Tendría que ir a buscarla a su camino,
mas no sé qué me impide decidirme:
parezco quererlo, mas no es verdad, pues la Muerte
no se resiste a quien en sí la desea.

Claro está que mi vida no terminó,
cuando vi cómo la muerte se le acercaba,
y llorando decía: -¡No me dejéis,
sentid el dolor que el dolor causa en mí!-
¡Oh malvado corazón de quien en tal trance
no queda despedazado y sin sangre!
Un poco de piedad, un poco de amor
bastaría para mostrar un gran dolor.

¿Quién será aquél que llegue a dolerse
la bastante de los piadosos males que la Muerte trae?
¡Oh mal cruel, que la juventud arrebatáis
y hacéis que la carne se pudra en la fosa!

El espíritu, despavorido, va volando
a incierto lugar, temiendo la condena eterna;
todo el placer presente atrás queda.
¿Qué Santo no dudó ante la Muerte?

¿Quién será aquél que lamentará la muerte
propia o ajena, tanto como grande es el mal?
No se puede sentir el dolor mortal,
y menos aquél al que la muerte jamás tentó.
¡Oh mal cruel, que para siempre separas
los ánimos que siempre permanecieron unidos!
Mis sentimientos se hallan aturdidos;
mi espíritu perdió la sensibilidad.

Todos mis amigos me compadecerán
así que vean mi pasión;
el falso compañero se alegrará,
y el envidioso, que disfruta con el mal,
¡pues, tanto como puedo, sufro y sufrir quiero,
y si no padezco, siento fuerte disgusto,
pues deseo no volver a sentir placer
y que jamás cese el llanto de mis ojos!

No amo tan poco como para que no mojen mi cara
las lágrimas, al pensar en su vida y en su muerte;
rememorando su vida, vivo en la tristeza,
y su muerte lamento tanto como puedo.
No logro más, nada más puedo hacer,
sino obedecer lo que mi dolor ordena;
antes quisiera perder la razón que no el dolor,
y de poco amor me acuso, puesto que no muero.

No se excuse el amador de amar poco
si sigue vivo, estando muerta su amada;
que viva por lo menos apartado del mundo,
y que tan sólo tenga el nombre de cautivo.



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