Sobre bancas de madera, en la taberna triste y baja,
Donde entra el día a través de ventanas sucias,
Al lado de largas mesas se quedaba sombría,
Con caras oscurecidas, una banda errante,
Niños pobres y escépticos de la plebe proletaria.
¡Ah!
– dijo uno – ¿decís que el hombre es una luz
En éste mundo lleno de amargura y tormento?
Ninguna chispa en él es cándida y plena,
Sucio es su rayo como el globo de barro
Sobre el cual reina plenamente.
¿Decídme, qué es la verdad?
Los fuertes se cercaron
Con su fortuna y su gloria en su circulo de leyes;
A través de bienes que robaron, puedes ver como conspiran
En contra de los que condenaron al trabajo
Subyugando los frutos de vidas dedicados al trabajo.
Unos pasan su vida inmersos en placeres,
Pasan sus días alegres y sus horas sonríen.
En copas vino de ámbar – en el invierno jardines, verdura,
En el verano fiestas, los Alpes con sus frentes de hielo –
Ellos convierten la noche en día y cierran los ojos del día.
La virtud no existe para ellos.
Pero
Os la predican, porque hacen falta brazos fuertes,
Los pesados carros de los Estados deben ser empujados
Y hay que llevar a cabo guerras encendidas,
Porque vosotros muriendo en la sangre, ellos pueden ser grandes.
Y las flotas poderosas y los ejércitos soberbios,
Las coronas que los reyes ponen sobre su frente,
Y esos millones que en montones lujosos
Son guardados para el rico, oprimen al pobre
Y son chupados del sudor del pueblo engañado.
La religión – una frase por ellos inventada
Para con su poder enyugaros a vosotros,
Por que si faltaría la esperanza de una recompensa,
Después de haber trabajado en miseria una vida entera,
¿Aceptaríais el cargo como vacas en el yugo?
Como sombras, que no son, os han oscurecido la vista,
Os han hecho pensar que seréis recompensados.
¡No!
con la muerte se apagó todo el placer –
El que en éste mundo sintió sólo el dolor
No tiene nada más allá, porque muertos son los que murieron.
Mentiras y frases vacias sostienen los estados,
No el orden natural, como ellos pretenden;
Para proteger su fortuna, su gloria y su bien,
Ellos ponen armas en tus brazos para que dispares a ti mismo,
Y os instigan a luchar contra vosotros mismos.
¿Para qué debeis ser esclavos de los millones nefastos,
Vosotros, que apenas podeis vivir de vuestro trabajo?
¿Por qué la enfermedad y la muerte deben ser vuestra parte,
Mientras ellos con su fortuna espléndida y vasta
Festejan como en el cielo, ni tienen tiempo para morir?
¿Por qué olvidáis que en vosotros hay número y poder?
Si queréis, facilmente podéis dividir la tierra.
No les hagáis más muros para encerrar fortunas,
Donde os cerrarán a vosotros, cuando empujados por el dolor
Pensaréis que también tenéis el derecho a vivir.
Ellos, protegidos por la ley, se dedican a los placeres,
Chupando el líquido más dulce de la tierra;
Ellos llaman en la voluptuosidad de su orgía ruidosa
De instrumentos ciegos a vuestras hijas hermosas:
Sus viejos destruyen a nuestras bellas jóvenes.
Y si preguntáis entonces, ¿a nosotros qué nos queda?
El trabajo, del cual ellos se embriagan con los placeres.
La esclavitud una vida entera, lágrima sobre pan negro,
A las niñas manchadas la miseria y la vergüenza.
Ellos todo y vosotros nada; ¡ellos el cielo, vosotros dolor!
No necesitan la ley – la virtud es fácil
Cuando tienes lo que necesitas.
Y las leyes son para vosotros,
A vosotros os ponen leyes, miden vuestros errores
Cuando extendéis la mano hacia los bienes sonrientes,
Porque no es perdonado ni el brazo de la tremenda necesidad.
Aplastad la ordenación cruel e injusta,
¡Qué divide el mundo en miserables y ricos!
Cuando en la muerte no os espera recompensa,
Haced que en éste mundo tenga parte justa,
Igual cada uno, ¡y qué vivamos cómo hermanos!
Quebrantad la estatua vacía de la Venera antigua,
Quemad aquellos lienzos con cuerpo de nevada;
Ellos provocan en el alma la infeliz idea
De la perfección humana y hacen que caigan
En las garras de la deterioración las niñas del pueblo;
Quebrantad todo lo que azuza su corazón enfermo,
Quebrantad palacios, templos, que crímenes esconden,
Arrojad estatuas de tiranos en el fuego, que corra el lava,
Para que laven de las piedras incluso la huella esclava
¡De los que las siguen hasta el fondo del mundo!
Quebrantad todo lo que muestra soberbia y fortuna,
¡Oh!
quitad a la vida las ropas de granito,
De púrpura, de oro, de lágrimas, de fealdad –
Que sea sólo un sueño, que sea ilusión,
Que sin pasiones pasa al eterno infinito.
Construid de las ruinas gigánticas pirámides
Como un memento mori en el plano de la historia;
Éste es el arte que abre tu alma
A la eternidad, no el cuerpo desnudo que ríe
Con cara de vendida, con ojo vil y astuto.
¡Oh!
traed al diluvio, bastante habéis esperado
Para ver que bien saldrá de hacer el bien;
Nada.
El lugar de la hiena lo ocupó el parlanchín,
El lugar de la crueldad antigua, el frívolo y envidioso,
Las formas cambiaron, mas el mal se quedó.
Entonces regresaréis a los tiempos dorados
Que los mitos azules nos murmuran a menudo,
Los placeres iguales igual serán repartidos,
Incluso la muerte que apaga la lámpara de la vida finita
Parecerá un ángel con pelo rubio y denso.
Entonces moriréis fácilmente, sin amargura, preocupación,
Los hijos vivirán en el mundo como vosotros vivisteis,
Incluso la campana no llorará con su lengua de metal
Para aquel del cual se ocupó la suerte;
Nadie tendrá que llorar por él, él vivió su vida.
Y enfermedades que la miseria y la fortuna innatural
Nacen en las personas, todas desaparecerán con el tiempo;
Crecerá todo lo que está destinado a crecer en el mundo,
Beberá hasta el fondo de la copa, hasta querrá quebrantarla,
Porque morirá cuando no tendrá más motivos para vivir.
Por las orillas de la Sena, en faetón de gala,
El César pasa pálido, sumergido en pensamientos;
El pesado rugido de las ondas, el rugido en granito
De cientos de carrozas, no molestan su pensamiento;
El pueblo le deja espacio silencioso y humillado.
Su sonrisa despierta, profunda y callada,
Su mirada que puede leer las almas de las personas,
Y su mano que dirige destinos humanos,
Saluda en su camino a ese grupo en andrajos.
Su gloria está secretamente ligada a ellos.
Convencido como vosotros está él también
En su altura solitaria, desprovista de amor,
Que el principio malo, la injusticia y la mentira dirigen al mundo;
La histora humana se desenvuelve eternamente,
Es el cuento del martillo que cae sobre el yunque.
Y él – la punta soberbia de los que oprimen –
Saluda en su camino al defensor callado.
Si faltaríais del mundo, vosotros, la causa oscura
De derrumbamientos grandiosos, de gloria radiante,
El César, el mismo César hubiera sido derrocado.
Con vuestras sombras nada creyentes,
Con vuestra sonrisa fría, abandonada la compasión,
Con la mente que ríe al oír de justicia y bien,
Sólo con vuestra sombra, poderes terríficos,
A su yugo obliga a los que lo odiaron.
.
París quema en las olas, bañado por la tormenta,
Torres como antorchas negras crujen quemando en el viento –
A través de las lenguas de llamas, que se amasan en las olas,
Gritos, rugido de armas penetran en el mar caliente,
La época es un cadáver y París es su tumba.
Por las calles adobadas por llamas que ciegan,
Subidos por las barricadas como bolas de granito,
Se mueven batallones de la plebe proletaria,
Con gorros frigios y armas lucientes,
Y campanas de alarma que suenan enronquecidos.
Blancas como el mármol, como él indiferentes,
Por el aire rojo, mujeres pasan armadas,
Con pelo rico y negro que cae sobre los hombros
Y cubre sus senos – hay odio y rabia
En sus ojos negros, profundos y desesperados.
¡Oh!
lucha envuelta en tus cabellos largos,
¡Heroico es el niño fallecido hoy!
Porque la bandera roja con su sombra de justicia
Santifica tu vida de barro y pecados;
¡No!
¡La culpa no es tuya, es de los que te vendieron!
.
Centellea el mar tranquilo, y sus placas gris
Se mueven una a otra como mantas de cristal
Caídas en los prados; del misterioso bosque
Aparece la luna a los campos azures,
Llenándolos con su ojo soberbio, triunfal.
Sobre ondas lentas mueven balanceando
Las naves antiguas sus esqueletos de madera;
Pasando lentamente como sombras – llevan los lienzos hinchados
Frente a la luna, que por ellos atraviesa,
Y en rueda de fuego amarillo se queda su cara como un signo.
Sobre orillas quebrantadas por la acción del mar
El César todavía vela al lado del tronco doblado
Del sauce melenudo – y extensas áreas del mar
En círculos fulgurantes se inclinan al soplo
Del céfir de la noche y suenan con cadencia.
Le parecía que por el aire en la noche estrellada,
Pisando sobre cumbres de bosques, sobre la grandeza de las aguas,
Pasaba con barba alba – sobre su frente oscurecida
Su corona de paja colgaba seca –
El anciano rey Lear.
Asombrado miraba el césar a la sombra de las nubes
A través de rizos cuyas estrellas temblando transparen,
Se abre en su mente todo el sentido de los cuadros
De la vida brillante.
Los ecos de los pueblos
Parecen voces que visten a un mundo de amargura :
En cualquier hombre el mundo hace su intento,
El viejo Demiurgos hace esfuerzos en vano;
En cualquier mente el mundo pone la pregunta
Nuevamente : ¿de dónde viene y a dónde va la flor
De los deseos oscuros plantados en el abismo?
La entera semilla del mundo, su deseo y su gloria,
En el corazón de cualquiera es viviente y escondido,
Arrojo de azar, como el árbol que florece
En cualquier flor intenta su plena naturaleza,
Pero en su búsqueda de dar frutos la mayoría mueren.
Así el fruto humano en su camino hiela,
Se petrifica uno en esclavo, otro en emperador,
Cubriendo con sentidos su pobre vida
Y mostrando al sol la cara de su miseria –
La cara – por que el sentido es el mismo para todos.
Eternamente los mismos anhelos mascados con la misma ropa,
Y en toda la humanidad eternamente el mismo hombre –
Bajo muchas formas aparece el cruel secreto de la vida,
A todos engaña, a nadie se le divulga,
Deseos infinitos plantando en un átomo.
Cuando sabes que éste sueño acaba con la muerte,
Que después de ti se quedan todas como fueron, si enmendas
Todo lo que puedes en el mundo – entonces te cansa
La eterna carrera.
y un pensamiento te tienta;
Que es sueño de la muerte-eterna la vida del mundo-entero.
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