Sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cántaros
van y vienen,
cortado en gradas en la roca,
colgaban como cabelleras o como culebras
las lianas de los arboles.
Y una especie de superstición flotaba en todas partes.
Y abajo:
la laguna de color de limón,
pulida como jade.
Subían los gritos del agua
y el ruido de los cuerpos de color de barro contra el agua.
Una especie de superstición…
Las muchachas iban y venían con sus cántaros
cantando un antiguo canto de amor.
Las que subían iban rectas como estatuas,
bajo sus frescas áncoras rojas con dibujos
los cuerpos frescos de figura de ánfora.
Y las que bajaban
iban saltando y corriendo como ciervas
y en el viento se abrían sus faldas como flores