Casa digital del escritor Luis López Nieves


Recibe gratis un cuento clásico semanal por correo electrónico

Sobre la colina de sir John

[Poema - Texto completo.]

Dylan Thomas

Sobre la colina de sir John,
se cierne inmóvil el halcón en llamas;
en una nube alzada, al caer la penumbra, arrastra con sus garras
a los pequeños pájaros de la bahía, los levanta a sus horcas
y hasta los rayos de sus ojos
y las guerras de los gorriones, vocingleras como juego de niños
y a los que cantan como cisnes, la penumbra, en las orillas reñideras
y alegremente graznan
al patíbulo cruel sobre la lucha de los olmos
hasta que estalle en un relámpago el halcón enlazado
y lentamente la garza pescadora cazadora bendita,
reverencie su lápida inclinada aguas abajo en el río Towy.

Un relámpago y las plumas chasquean
y la justiciera colina de sir John se atavía
con una toga negra de cornejas y una vez más los pájaros burlados
se mueven como liebres, vapuleados de viento,
hacia el halcón en llamas, alto como una horca, sobre las aletas del Towy.
Allí
donde el martín-pescador de la elegía da su estocada y chapotea
por los bajíos y los juncos picados de guijarros
y “bobo, bobo” llama el halcón altivo
“ven y hazte matar”,
abro las hojas del agua en un pasaje de salmos y de sombras
entre cangrejos de pinzas enredadas
y leo en una caracola
la muerte clara como una boya de campana:
que la alabanza entera del halcón en llamas,
se cante en la penumbra llena de ojos de halcones,
cuando su cuerda viperina cuelgue atada con llamas
bajo su ala de tea y bendecidos sean
los tiernos pollos jóvenes de la bahía y los arbustos cloqueen;
“bobo, bobo” “ven, vamos a morir”.
Penamos como los pájaros alegres, nunca más dejamos el guijarro y el olmo,
la garza y yo,
yo joven Esopo que fabula con la noche cercana junto a la hoya de anguilas;
la santa garza entona himnos en el valle distante,
un puerto de cristal colgado en caracolas
donde navegan los guijarros del mar
y los muelles del agua donde los muros danzan y las grullas se elevan en sus zancos.
Somos la garza y yo, bajo la justiciera colina de sir John
llena de olmos, con esa culpa repicada hacemos la leyenda
de los pájaros que extraviaron su rumbo, de los que Dios se apiada
por sus pechos de trinos,
Dios en su torbellino de silencio advierte el grito de los gorriones
por el canto de sus almas.
Ahora la garza se lamenta en las orillas cubiertas de malezas.
Por las ventanas de penumbra y agua veo como se inclina murmurante
la garza en el espejo
y se marcha con las plumas restallantes de nieve
a pescar en la lágrima del Towy. Sólo un graznar de búho
se ahonda como el silbido de una brizna en manos ahuecadas, en los saqueados olmos
y ya no hay gallos o gallinas jóvenes
que griten sobre la colina de sir John. La garza, que se trepa
por las hondonadas llenas con las escamas de las olas, hace toda la música;
y yo que oigo la tonada del río que trasporta lentamente los sauces,
grabo antes de la estocada de la noche,
las notas sobre esta piedra sacudida de tiempo
por las almas de los pájaros asesinados que navegan.



Más Poemas de Dylan Thomas