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Sujeto por designios redondos como anillos, como aros profundos…

[Poema - Texto completo.]

Franklin Mieses Burgos

Sujeto por designios redondos como anillos, como aros profundos
enroscados en torno de la propia osamenta.

Entre una muda carne cerrada y sus marfiles, sin huir de la orilla,
de la cálida tierra más próxima a la noche primera de su muerte.

Desesperado, inmóvil,
hecho de insomnes pájaros azules y cadenas.

Sin el más leve atisbo de un objeto de fuga real, de una salida
para su sed distante de labios y gargantas,
sino de un agua última, espiritual, compuesta
de espacios, de cometas.

Seguido de una huella descalza, de una sombra
que reclama el sonido de su voz más antigua.

Entre edades por donde desemboca jadeante, sudoroso, corriendo
el furioso caballo de nieblas que galopa debajo de su instinto,
debajo de la espuma sin rostro, de la ola
soberbia que se bate
contra el rojo arrecife de su pulso más hondo.

Exactamente entonces, por igual, como siempre.
En el instante mismo en que estrujó sus ingles calientes sobre el orbe,
sobre el mundo pequeño, todavía sin nombre de una sola manzana.

Hora oscura en que el ángel enardecidamente se arrancó los cabellos
y no tuvo en su angustia más cómplice de lumbre que el espejo del agua,
que el cristal donde siempre se ahoga una paloma de amor, una guitarra.

En ese mismo instante de estupor solitario.
De uñas recién crecidas,
de íntimos dedos largos
con que el horror procura descubrir una estatua de silencio en el baño
en la desnuda carne de la entraña del aire;
en ese mismo instante fue subiendo a su árbol,
a su más propia rama,
en donde latía oculta la gota milenaria de su última sangre,
de su más vieja tribu de lágrimas reunidas…



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