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La muerte del factor

Tradiciones peruanas - Segunda serie

[Cuento - Texto completo.]

Ricardo Palma

Crónica de la época del primer virrey del Perú

Cuando en 1534 regresó de España Hernando Pizarro, trayendo para su hermano el título de marqués, vino con él un hidalgo, natural de Talavera, nombrado por el rey factor del Perú. Llamábase el hidalgo Illán Suárez de Carbajal, era hombre de poco más de treinta años, de gentil persona, y según un cronista, muy entendido en letras y números.

El marqués lo recibió con gran deferencia, y en breve se estrechó entre ambos la más franca amistad. D. Francisco puso a su nuevo amigo al corriente de los sucesos, y lo comisionó para que pasase al Cuzco a conferenciar con Almagro el Viejo, dándole más tarde igual encargo en la famosa y desleal entrevista de Mala. Mucho trabajó D. Illán para alcanzar un buen acuerdo; pero la doblez de los Pizarro inutilizó sus esfuerzos.

Pizarro confirió después al factor el mando de una expedición destinada a someter al inca Manco, que con numerosa hueste de indios se hallaba en las alturas de los Andes. Engañado por los informes de un espía, envió Illán una noche al capitán Villadiego con treinta hombres para que se apoderase por sorpresa de la persona de Manco pero éste, prevenido de la trama, batió a los españoles, muriendo Villadiego y más de veinte de sus soldados.

Relevado Illán del mando, regresó al Cuzco, donde escribió al marqués que se cuidase mucho de los de Chile. Pasó después a Lima, y en el mismo día del asesinato de Pizarro, fue reducido a prisión por los parciales de Almagro el Mozo. Al retirarse éste de Lima condujo, siempre presos, a Suárez de Carbajal y otros; mas en Jauja los puso en libertad.

Vaca de Castro envió a Lima al bachiller Juan Vélez de Guevara con el carácter de teniente gobernador. Pero Illán Suárez y los regidores se negaron a reconocerlo y le rompieron la vara en pleno Cabildo, quejosos de que el nombramiento se hubiese hecho en persona recién llegada al Perú. Aunque Vaca de Castro tuvo noticia del desacato, no quiso usar de rigor, limitándose a reprender con suavidad, a los motinistas. Verdad es que esto aconteció cuando ya se tenía noticia de la llegada a Panamá del virrey Blasco Núñez.

El Cabildo nombró a Illán para ir hasta Trujillo a recibir y felicitar al nuevo representante de la corona; mas en Huaura se informó de la severidad con que venía el virrey, quitando repartimientos y realizando otros actos de justicia, y entonces resolvió regresarse, escribiendo antes a su hermano lo poco que tenían que esperar de Blasco Núñez; y que pues les había de quitar los indios, especialmente a él como a oficial real, procurase convertir en dinero toda su hacienda para regresarse a España, antes que las disposiciones del virrey pudiesen dañarlos en sus intereses. Súpolo Blasco Núñez, y desde entonces vio de mal ojo a Illán Suárez. Así cuando el 15 de mayo de 1544 recibió en palacio la visita de los notables de Lima, al abrazar a Illán, con quien se conocía desde España, le dijo: «Siento que seáis vos de los pocos a quienes no podré hacer bien ni merced alguna».

Del breve gobierno de este virrey no hay más noticia digna de consignarse que la del recibimiento del sello real en Lima. La ceremonia fue solemne. «El sello -dice un cronista- fue paseado en una caja sobre un caballo, cuyo caparazón era de terciopelo carmesí con franjas de oro. El caballo, llevado del diestro por un regidor de Cabildo, iba bajo palio de brocado, sosteniendo las varas los demás regidores. Detrás iban el virrey y los cuatro oidores que con él llegaron a España para establecer la Real Audiencia».

Viendo venir los sucesos y la rebelión de Gonzalo Pizarro, Suárez de Carbajal se mantuvo se mantuvo fiel a la causa del rey, y aun escribió a su hermano que no se comprometiese con los revolucionarios. Pero la impopularidad y los desaciertos de Blasco Núñez eran el mejor auxiliar de la revolución.

Una noche, entre otros vecinos, se escaparon de Lima dos sobrinos de Illán Suárez que vivían en la misma casa de del factor, el cual ignoraba que sus parientes se hallasen tan ligados a la causa revolucionaria. Al saberlo el virrey, hizo sacar a Illán de la cama y le dijo:

-¡Traidor! Has enviado a tus sobrinos donde los rebeldes.

-No soy traidor, sino tan buen y tan leal servidor del rey como vos -le contestó Carbajal sin inmutarse.

Exaltado el virrey con estas palabras, hirió con su daga en el pecho al factor, y ordenó a uno de sus criados que lo acabase de matar.

El asesinato alevoso cometido en la persona de Illán Suárez puso colmo a la exasperación pública, y por todas partes brotaron las chispas que debían producir para el virrey la catástrofe de Iñaquito.

Ganada la batalla por Gonzalo, Benito Suárez de Carbajal, hermano del factor Illán, encontró en el campo al virrey, cubierto de heridas, y después de abofetearlo, je hizo cortar la cabeza por un negro, la condujo arrastrando a la cola de su caballo hasta la plaza de Quito y la colocó en la picota. Gonzalo desaprobó la conducta ruin de Benito, y mandó dar sepultura y hacer honras fúnebres a su vencido adversario.

Así fue vengada la muerte del factor Illán Suárez de Carbajal.

FIN


Tradiciones peruanas – Segunda serie, 1874


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