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 -I- 
Un puñado de tierra 
de tu profunda latitud: 
de tu nivel de soledad perenne: 
de tu frente de greda 
cargada de sollozos germinales. 
Un puñado de tierra, 
con el cariño simple de tus sales 
y su desamparada dulzura de raíces. 
Un puñado de tierra que lleve entre sus labios 
la sonrisa y la sangre de tus muertos. 
Un puñado de tierra 
para arrimar a su encendido número 
todo frío que viene del tiempo de morir. 
Y algún resto de sombra de tu lenta arboleda 
para que me custodie los párpados de sueño. 
Quise de Ti tu noche de azahares: 
quise tu meridiano caliente y forestal: 
quise los alimentos minerales que pueblan 
los duros litorales de tu cuerpo enterrado, 
y quise la madera de tu pecho. 
Eso quise de Ti 
(Patria de mi alegría y de mi duelo:) 
eso quise de Ti. 
-II- 
Ahora estoy de nuevo desnudo. 
Desnudo y desolado 
sobre un acantilado de recuerdos: 
perdido entre recodos de tinieblas. 
Desnudo y desolado: 
lejos del firme símbolo de tu sangre. 
Lejos. 
No tengo ya el remoto jazmín de tus estrellas, 
ni el asedio nocturno de tus selvas. 
Nada: ni tus días de guitarra y cuchillos, 
ni la desmemoriada claridad de tu cielo. 
Solo como una piedra o como un grito 
te nombro y, cuando busco 
volver a la estatura de tu nombre, 
sé que la Piedra es piedra y que el Agua del río 
huye de tu abrumada cintura y que los pájaros 
usan el alto amparo del árbol humillado 
como un derrumbadero de su canto y sus alas. 
-III- 
Pero así, caminando, bajo nubes distintas: 
sobre los fabricados perfiles de otros pueblos, 
de golpe, te recobro. 
Por entre soledades invencibles, 
o por ciegos caminos de música y trigales, 
descubro que te extiendes largamente a mi lado, 
con tu martirizada corona y con tu limpio 
recuerdo de guaranias y naranjos. 
Estás en mi: caminas con mis pasos, 
hablas por mi garganta: te yergues en mi cal 
y mueres, cuando muero, cada noche. 
Estás en mi con todas tus banderas: 
con tus honestas manos labradoras 
y tu pequeña luna irremediable. 
Inevitablemente 
-con la puntual constancia de las constelaciones-. 
vienen a mi, presentes y telúricas: 
tu caballera torrencial de lluvias: 
tu nostalgia marítimas y tu inmensa 
pesadumbre de llanuras sedientas. 
Me habitas y te habito: 
sumergido en tus llagas, 
yo vigilo tu frente que muriendo, amanece. 
Estoy en paz contigo: 
ni los cuervos ni el odio 
me pueden cercenar de tu cintura: 
yo sé que estoy llevando tu Raíz y tu Suma 
sobre la cordillera de mis hombros. 
Un puñado de tierra: 
Eso quise de Ti 
Y eso tengo de Ti. 
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