Una campana serena crucificada en su ritmo define a la mañana con peluca de niebla y arroyos de lágrimas. Mi viejo chopo turbio de ruiseñores esperaba poner entre las hierbas sus ramas mucho antes que el otoño lo dorara. Pero los puntales de mis miradas lo sostenían. ¡Viejo chopo, aguarda! ¿No sientes la madera de mi amor desgarrada? Tiéndete en la pradera cuando cruja mi alma, que un vendaval de besos y palabras ha dejado rendida, lacerada.