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Una carta

[Poema - Texto completo.]

Dionisio Ridruejo

Existen estadísticas. Sabemos
cuántos  corazones humanos se paran por minuto.
Y vivimos  en paz. También al nuestro
le llegara su hora.
Pero estamos metidos en el salón de  espejos
donde el mundo se hace.
En cada espejo afirma y nos afirma
y lo afirmamos. Cuando alguno quiebra
o se desluce repentinamente,
hay un largo vacío de tiniebla
como cuando la luz se apaga en un discurso
y lo disuelve.
Ha llegado la hora y no ha llegado.
El espejo abolido abre otra galería
que da hacia lo irreal y el mundo queda
como suspenso. Pronto reanuda
su imperio. Están los otros y hasta alguno
nuevo para volvernos al oficio
que no consuela lo que pierde.
Porque quedamos empañados, vueltos,
en un vapor de niebla,
hacia la galería tan profunda como el dolor,
tan rica de fantasmas como la vida misma
ya casi por entero desovillada en nuestros pasos.
Caminando por ella,
recreando sus escenarios con relieve sordo,
se va embotando lo que fue punzante
como la sobrecarga del latido
que se abulta en la soledad del sufrimiento
y se hace ya desgana de volver al presente.
Se endulza a más dolor,
a dolor apiadado,
volviendo la cabeza con los ojos llovidos,
llevándonos a hablar con nuestros muertos.



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