Viento del Sur, moreno, ardiente, llegas sobre mi carne, trayéndome semilla de brillantes miradas, empapado de azahares.
Pones roja la luna y sollozantes los álamos cautivos, pero vienes ¡demasiado tarde! ¡Ya he enrollado la noche de mi cuento en el estante!
Sin ningún viento, ¡hazme caso!, gira, corazón; gira, corazón.
Aire del Norte, ¡oso blanco del viento! Llegas sobre mi carne tembloroso de auroras boreales, con tu capa de espectros capitanes, y riyéndote a gritos del Dante. ¡Oh pulidor de estrellas! Pero vienes demasiado tarde. Mi almario está musgoso y he perdido la llave.
Sin ningún viento, ¡hazme caso!, gira, corazón; gira, corazón.
Brisas, gnomos y vientos de ninguna parte. Mosquitos de la rosa de pétalos pirámides. Alisios destetados entre los rudos árboles, flautas en la tormenta, ¡dejadme! Tiene recias cadenas mi recuerdo, y está cautiva el ave que dibuja con trinos la tarde.
Las cosas que se van no vuelven nunca, todo el mundo lo sabe, y entre el claro gentío de los vientos es inútil quejarse. ¿Verdad, chopo, maestro de la brisa? ¡Es inútil quejarse!
Sin ningún viento. ¡hazme caso! gira, corazón; gira, corazón.
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