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Viaje nocturno de Príamo

[Poema - Texto completo.]

Constantino Cavafis

Dolor y lamento en Ilión.
La tierra
de Troya en desesperanza amarga y en temor
al gran Héctor Priámida llora.
El treno estridente grave resuena.
Ni un alma
queda en Troya no doliente,
que el recuerdo de Héctor olvide.
Mas es vano, inútil
el mucho
lamento en una ciudad atormentada;
sordo es el adverso destino.
Detestando Príamo lo inútil,
oro
saca del tesoro; agrega marmitas,
tapices, y mantos; y también
túnicas, trípodes, una cantidad espléndida
de peplos,
y todo lo que apropiado juzga,
y sobre su carro lo carga.
Quiere con rescate del terrible
enemigo
recuperar el cuerpo de su hijo,
y con augustas exequias honrarlo.
Sale en la noche silenciosa.
Habla
poco. Por único pensamiento ahora tiene
veloz, veloz que corra su carruaje.
Tenebroso extiéndese el camino.
Lúgubre
gime el viento y se lamenta.
Grazna a lo lejos un ominoso cuervo.
Aquí, el aullido de un perro se escucha;
allí,
cual susurro una liebre de rápidos pies cruza.
El rey azota, azota los caballos.
Sombras de la llanura despiértanse
siniestras,
y se preguntan por qué con tanta prisa
vuela el Dardánida hacia los navíos
de argivos asesinos, y de aqueos
funestos.
Pero el rey a esas cosas no atiende;
basta que su carro veloz, veloz corra.



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