| 
 En el profundo silencio, 
en la inmensa oscuridad, 
un niño recién nacido 
llora con voz celestial, 
para anunciar a los vientos 
a las estrellas y al mar 
que viene a pagar la deuda 
contraída por Adán. 
Llora el niño y con su llanto 
pagando la deuda irá. 
Tan desmesurada es ella, 
tan fuera de lo normal, 
que solo un ser infinito 
la podría solventar; 
un ser como el ser que acaba 
de nacer en Navidad 
para devolver al mundo 
la vida y la libertad. 
Llora el niño y con su llanto 
la deuda pagando va. 
Considerando el exceso 
de nuestra necesidad, 
Dios baja de su poder 
a nuestra debilidad, 
y con su llanto comienza 
la tarea de pagar 
por quienes no lo quisimos 
reconocer ni escuchar. 
Llora el niño y con su llanto 
saldando la deuda está. 
La sangre que por nosotros 
en Pascua derramará 
se anticipa en este llanto 
que oímos en Navidad: 
llanto que brota en el tiempo 
para que la humanidad 
merezca ser algún día 
feliz en la eternidad. 
Llora el niño y con su llanto 
la deuda cancelará. 
  |