Ya, Laura, que descansa tu ventana en sueño que otra edad tuvo despierta, y, atentos los umbrales de tu puerta, ya no escuchan de amante queja insana;
pues cerca de la noche, a la mañana de tu niñez sucede tarde yerta, mustia la primavera, la luz muerta, depoblada la voz, la frente cana:
cuelga el espejo a Venus, donde miras y lloras la que fuiste en la que hoy eres; pues, suspirada entonces, hoy suspiras.
Y ansí, lo que no quieren ni tú quieres ver, no verán los ojos ni tus iras, cuando vives vejez y niñez mueres.
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